Todo oxígeno es bienvenido en la lechería, pero con varios puntos suspensivos. Para algunos, el subsidio no atiende la cuestión de fondo y no hará más que prolongar una agonía “selectiva”.
A mediados de julio, cuando se cocinaba una de las protestas de los productores (no sólo de los lecheros), el Gobierno nacional anunció un minipaquete que incluía la liberación parcial de cupos para la exportación de maíz y de trigo y una ampliación de las compensaciones a productores de granos y de leche. Todo bajo el signo de las políticas “diferenciadas” para los pequeños productores, sobre las que hay mucho recelo en el agro respecto de su efectivo cumplimiento.
Como hace un mes, Kicillof recibió ayer a dirigentes enrolados en la Federación Agraria, lo cual llevó a sospechar que estos anuncios apuntan a fragmentar el bloque agropecuario, ahora ante el cese comercial programado para la semana próxima por CRA, la SRA y Coninagro.
Todo oxígeno es bienvenido en la lechería, pero con varios puntos suspensivos. Para algunos, el subsidio no atiende la cuestión de fondo y no hará más que prolongar una agonía “selectiva”: se menciona una relación de costos en el tambo a 3,60 pesos por litro producido, contra 3,30 pesos que quedarían con el subsidio oficial.
Los más ofuscados dicen que el reparto de estos 30 centavos –que los productores resignaron en las bajas de precios de los últimos meses– podría terminar en un pasamanos para la industria; con lo cual debería arbitrarse un precio mínimo de salida de fábrica como parte de un esquema que permita al productor acceder a una retribución razonable.
En las cámaras lecheras, esperan nuevas reuniones con Economía y Comercio para trabajar sobre medidas que atiendan en el frente interno la crisis internacional de precios. Allí está el otro flanco: el mercado interno absorbe cerca del 90 por ciento de toda la leche que se produce, con una capacidad de pago que hoy está por encima del precio internacional. Los productores, entonces, desearían no cargar con todo el peso de la baja internacional.
Por Carlos Petroli
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