El escenario lechero del país estuvo movido esta semana. El lunes 6 una noticia confirmó lo que se venía anunciando, al reabrir Brasil sus fronteras para los lácteos uruguayos. Era lo que se esperaba por la razón del artillero: uno de los pilares del Mercosur debe ser el libre mercado.
Además, hay que recordar que el bloque regional fue creado para que sus integrantes se beneficien, no para que se perjudiquen. Es cierto que nadie regala nada en materia comercial –más bien ocurre lo contrario–, pero trabarse entre los socios es como decretar la muerte del Mercosur.
Al día siguiente, el Instituto Nacional de la Leche (Inale) divulgó las exportaciones de productos lácteos a octubre. Las cifras de facturación marcaron un empate respecto a igual período de 2016. No es poca cosa cuando existe la sensación de que el sector de los lácteos no ha salido todavía de la adversidad que vive desde hace tres años.
Aunque con menores volúmenes colocados, la buena señal de la estadística de Inale fue que el incremento de precios compensó. También es cierto que en 2016 Uruguay exportó un sobrestock que le produjo el derrumbe de Venezuela el año anterior.
El martes 7 también se realizó la subasta quincenal de la neozelandesa Fonterra, a través de la plataforma Global Dairy Trade, que sorprendió a los analistas con una tercera caída consecutiva, esta vez más fuerte que la anterior. Pero la baja pudo ser coyuntural y hay que esperar a la próxima del 21 de noviembre para despejar las dudas. Los que no tienen dudas son los analistas: el mercado seguirá con precios estables.
Como telón de fondo, pero casi lo más importante, está el tema de la salida al endeudamiento de los productores, algo que está en curso y que definirá la capacidad de producción del futuro inmediato. Parafraseando al ex presidente Jorge Batlle: la vaca le quiere ganar a la adversidad.