La carta del escritor Mario Delgado Aparaín al presidente Tabaré Vázquez

El escritor Mario Delgado Aparaín envió una misiva al presidente de la República, Tabaré Vázquez, en la cual plantea: “¿Habrá algún espectáculo más hermoso de presenciar que la confección de los presupuestos participativos, donde los vecinos y paisanos piensan, discuten, planifican y calculan?”.
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Este lunes 7 de mayo Tabaré Vázquez realizó el Consejo de Ministros de cercanía en el poblado La Macana, Florida.
En dicho marco, el mandatario recibió una misiva del escritor uruguayo Mario Delgado Aparaín, quien nació en La Macana en el año 1949.
El multipremiado escritor envió un mensaje de salutación a Vázquez y sus “macanudos”, ya que se encuentra en la Feria Internacional del Libro, que se desarrolla en Buenos Aires.
A través de la carta, expresa que su sueño durante estos años ha sido que algún día se pudiese realizar un plan piloto total, entre el gobierno nacional y el gobierno departamental, encarando la evolución, hasta donde sea posible, de un pueblo como La Macana, para aportar lo necesario y dotarlo de saneamiento, caminos y calles transitables, comunicación con el mundo exterior, herramientas mecanizadas, electrificación, iluminación, centro de salud, centro cultural, espacios deportivos y escuela de oficios.
Delgado Aparaín, autor de “La balada de Johnny Sosa” y “No robarás las botas de los muertos”, entre otras noveles, se desempeñó como director de Artes y Ciencias del Departamento de Cultura y de la División de Cultura de la Intendencia de Montevideo, durante la administración municipal de Vázquez (1990-1995).
En 2011 fue declarado Ciudadano Ilustre de Montevideo. Recibió numerosos premios nacionales e internacionales.
También participó en la presentación del libro del máximo mandatario: “Crónica de un mal amigo”.
La carta
He aquí el texto íntegro del mensaje de Mario Delgado Aparaín:

“Querido Presidente: Como se acostumbra a decir en estos casos, “debido a compromisos contraídos con anterioridad”, me es imposible acompañarlo junto con el equipo de gobierno y al señor intendente de Florida, en este encuentro con la gente de mi lugar natal. No le resultará difícil entender cuánto hubiera deseado estar ahí, pero me han honrado para representar a nuestra Montevideo, ciudad invitada, junto con otros creadores nacionales, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Que el equipo de gobierno haya decidido realizar su tradicional encuentro en La Macana es para sus habitantes un acontecimiento tan notable e infrecuente como esperar cada sesenta años el pasaje del cometa Halley. Es, sin duda, la primera vez que un presidente de la Nación establece por un día su Casa de Gobierno con todos sus ministros en este pueblo tan entrañable y emblemático, que no pocos, yo soy uno de ellos, lo consideramos con sentido del humor “la capital suplente” del departamento de Florida.
Digo “pueblo entrañable” porque mi padre fue un modesto tambero como tantos de este lugar y aquí nací junto con otros “macanudos”, como el queridísimo Mario Carrero, cuyo padre, oh, casualidad, fue un obrero de la construcción. Emblemático también porque aquí convivieron siempre dos de los oficios rurales más nobles y sacrificados de nuestra tierra, el de tambero y el de ladrillero. Para hombres y mujeres que saben de ordeñar a mano hasta diez y quince vacas sin levantarse del banco de una pata sola atado a la cintura, de limpiar el galpón, lavar los tarros, colar la leche, hacer el queso y la manteca, llevar los tarros de la cuota a la carretera, darle la ración a las vacas y apartar los terneros a media tarde, la vida no suele ser muy amable que digamos. Para ninguno de los dos, ni para el tambero ni para el ladrillero, hay sábados ni domingos con noches incluidas. Nadie ignora aquí lo dejarlos prontos para la construcción. Hace once mil años que los agricultores del Levante mediterráneo, utilizaban el ladrillo como elemento para la construcción, cuando apenas se contaba con la madera y la piedra para iniciar una aldea o una ciudad primitiva de aquellas. Tal como lo hacen hasta hoy los ladrilleros de La Macana, los sumerios y babilonios secaban sus ladrillos de adobe al sol y con ellos hacían sus viviendas y reforzaban sus muros y murallas.
Tengo un recuerdo muy claro del liceo en Minas, cuando un profesor, hablando de Freud y de la interpretación de los sueños, decía que los habitantes del campo sueñan mucho más que los habitantes de las ciudades. Que los campesinos tienen sueños concretos y no confusos. Y hablaba justamente de los ladrilleros que sueñan a menudo con ladrillos y que eso tenía que ver con el momento que estaban viviendo. Si estaban atravesando una etapa de equilibrio emocional, de satisfacción vital y de estabilidad económica, los ladrillos con los que sueñan hablan de una vida tranquila y sin penurias. Curiosamente, esto que estoy mencionando también se lo escuché en una oportunidad a Eladio Dieste, ese maravilloso ingeniero que revolucionó la arquitectura contemporánea con el uso del ladrillo. El constructor de la escuela de La Macana, afortunadamente declarada patrimonio histórico nacional hace pocos días. No exagero un milímetro si aseguro que entre Dieste y el ladrillo había un estado de comunión. Ambos, ladrillo y constructor, fueron la misma cosa.
Me gusta recordar que el gran escritor maragato Francisco “Paco” Espínola, reflexionando en un prólogo al libro “Hombres, tierras y ganados” de Esteban Campal, sostenía que, para consolidar el espíritu de nación en los habitantes, había que estimular el estado de comunión entre el hombre, la mujer y la tierra donde viven. De lo contrario, si eso no se logra, corremos el riesgo de ser nada más que un pedazo de tierra con gente encima.
Pues si hay un lugar donde esa comunión entre la tierra y el hombre realmente existe, es precisamente aquí en La Macana.
Le confieso, señor Presidente, que fue con usted que empecé a soñar en serio nuestros pequeños pueblos, cuando empezamos a levantar la bandera de la descentralización, favoreciendo y estimulando la participación de los habitantes en los mismos lugares donde viven y trabajan. ¿Habrá algún espectáculo más hermoso de presenciar que la confección de los presupuestos participativos, donde los vecinos y paisanos piensan, discuten, planifican y calculan?
Mi sueño durante estos años ha sido que algún día se pudiese realizar un plan piloto total, uno solo al menos, entre el gobierno nacional y el gobierno departamental , encarando la evolución, hasta donde sea posible, de un pueblo como La Macana, para aportar lo necesario y dotarlo de saneamiento, caminos y calles transitables, comunicación con el mundo exterior, herramientas mecanizadas, electrificación, iluminación, centro de salud, centro cultural, espacios deportivos, escuela de oficios y convertir esa experiencia piloto total en un modelo presupuestable y susceptible de replicarse en los numerosos pequeños pueblos y villas de nuestro inmenso país.
Creo que no hay nada más triste que tener dinero y no tener un plan, un proyecto de pueblo, un proyecto de vida. Pues mientras no logremos los fondos, que siempre son limitados a la hora de satisfacer necesidades ilimitadas, hagamos el plan, carguemos los sueños con ladrillos y ya llegará la hora de construir entre todos, sin distinciones de ningún tipo, lo que, según nuestro plan, haya para construir. Ya sea un pequeño pueblo como este o una nación como la que deseamos. Y creo, estoy seguro, que a nuestros jóvenes, futuros ciudadanos, apenas dentro de quince años, les gustará soñar su pueblo de esta manera.
Como decía un paisano en un telegrama de despedida, vaya un abrazo de juntar pollos para mis hermanos macanudos y otro para usted en particular, compañero Presidente.
Mario Delgado Aparaín”.

Autor:
Fuente: LARED21
Link: http://www.lr21.com.uy/cultura/1367493-mario-delgado-aparain-carta-tabare-vazquez

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