La lechería fue, es y será su gente; y, en el diario contacto con productores, en recorridas cuando es posible, de las zonas que estaban en producción, solo se cosecha desolación. La desesperación de los productores por alimentar a los animales, con escasísimos y en algunos casos sin recursos, ya ni siquiera para producir, sino para hacerlos sobrevivir es desbastador.
Ver los campos anegados que se quedan sin pasto, sin forrajes, la inundación de silos de campo para reserva que irremediablemente se perderán, la muerte de animales pequeños, medianos, en producción y una lluvia que no cesa, que no da respiro. Lo abrumador de los posteos y fotos en las redes sociales es . . . no hay palabras.
Las vicisitudes que atravesaban con la problemática de precios, que aún no se resuelve, donde las asistencias prometidas no llegan; pasa a ser la excepción para confirmar la regla de que se puede estar peor.
Más que una emergencia productiva, es simplemente en la lechería zonal, la instalación de la calamidad.
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