No hay que buscar los hilos ni realizar los análisis más exhaustivos para saber por qué fracasan proyectos que en su momento trajeron esperanzas de progreso al estado y al país. El caso de la cuenca lechera de Tizayuca, que en sus mejores años fue considerada una zona de importancia en la producción de lácteos a nivel nacional, merece preocupaciones, pero también ocupaciones.
La falta de generación de tecnología, escasa innovación y apertura comercial internacional son factores que, sumados a malos gobiernos, han matado las esperanzas de muchas industrias, no sólo la lechera.
Este mal no es privativo de Hidalgo, el caso se ha repetido a lo largo y ancho de Latinoamérica y del país. La importación de sueros lácteos a bajo costo y los inadecuados estímulos han debilitado las utilidades y la movilidad de los productos.
La capacidad de producir es otra cosa, como la calidad de los productos. Mientras a un producto le cuesta cerca de siete u ocho pesos producir solamente un litro de leche, las empresas trasnacionales quieren comprar al mismo precio. Así ha pasado desde hace más de seis años.
Por si fuera poco, los costos de la materia prima y la pírrica inversión en infraestructura ha propiciado no una crisis, sino la quiebra de decenas de empresas que no ven la manera de competir y de movilizar sus productos hacia mercados que sean redituables.
Jorge Ávila
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