#Colombia: Llorar por la leche regalada

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En el 2010, en este mismo espacio, publiqué la columna ¡Cállate…, traficante de la necesidad humana. En esa ocasión hablé sobre un hecho que cubrieron los medios colombianos. Este mismo diario, por ejemplo, publicó imágenes en las que se veía a cientos de habitantes de los barrios más humildes de Medellín, con ollas y recipientes.
Por ÓSCAR TULIO LIZCANO
Trataban de recibir unos cuantos litros de leche gratis, repartida por ‘carrotanques’ en la Alpujarra. El líquido salía por gruesas mangueras, como si se tratara de un voraz incendio. «Que gracias a Dios y a esta gente buena puedo tomar lechita. Porque en la semana no me alcanza para alimentar a mis hijos», le explicó a El Colombiano una de las beneficiadas.
El Tiempo publicó otra imagen en primera página. En ella aparecía un anciano arrodillado junto al vehículo repartidor, recogiendo con sus manos la leche derramada en la calle. Así, repartiendo la leche gratis, los productores y procesadores protestaban por la baja de los precios, consecuencia del contrabando y la importación de leche en polvo.
Esta semana volvimos a lo mismo y por las mismas razones. Sin embargo, esta vez la protesta tuvo un profundo contenido social. Sí, a la Alpujarra llegaron de nuevo vehículos a regalar la leche, pero esta vez sin tanto protagonismo, sin alardear con las necesidades y la pobreza de la gente humilde.
Aprendieron la lección, pues el objetivo era regalar el líquido con un propósito social y no con rabia, para mostrarle al Gobierno Nacional la gravedad de la crisis. Fue una protesta ‘sui generis ’, muy distinta a los paros de los camioneros y cafeteros, que generaron situaciones violentas y afectaron a miles de ciudadanos.
No podemos permitir que los pequeños y medianos empresarios de la leche quiebren. Tampoco que lo hagan cooperativas como Colanta, que desde sus inicios ha jalonado el sector, reivindicando los derechos económicos y sociales de sus miembros. Les ha prestado asistencia técnica, ha generado miles de empleos y se ha convertido en un modelo nacional del cooperativismo.
Y es que el panorama es crítico para los lecheros del Norte y Oriente antioqueño. Unilac, que asocia a los productores del Oriente, no sabe qué hacer cuando recibe 55 mil litros y solo puede vender 20 mil. Y lo más grave es que no tienen cómo pagarles a muchos campesinos que obtienen su sustento y el de sus familias de la leche, de la vaquita que ordeñan en pequeñas parcelas.
En esta protesta no lloraron por la leche derramada, la regalaron a los pobres. Tremenda contradicción política y social. Por un lado, pasó casi inadvertida, seguramente porque los lecheros no protestaron violentamente, por lo tanto, no hubo cabida para el espectáculo mediático. De otra parte, hubo momentos de felicidad de aquellos que acudieron con sus vasijas.
El Gobierno Nacional no puede subestimar este tipo de protestas, tiene allí una gigantesca responsabilidad. Esa es la forma de promover una cultura de no violencia, válida para lograr reivindicaciones sociales. ¿Por qué no comprar esa leche y donarla a campañas alimenticias?
En Bogotá, el entonces alcalde Lucho Garzón, mediante su programa Bogotá sin hambre, regalaba leche a cientos de niños.
Muchas veces las soluciones están ante nuestros propios ojos, aunque la burocracia y los intereses políticos nos pongan un velo para ocultarlas.
http://www.elcolombiano.com

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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