Hace cincuenta años la producción de leche en Chile era muy diferente a la actual. Partiendo por los volúmenes. En 1962 la recepción de leche en las plantas industriales nacionales llegaba a los 376 millones de litros; hoy, supera los 2.000 millones; es decir, se quintuplicó.
En este tiempo, uno de los hitos que se ha apreciado en el sur de Chile tiene que ver con la creciente incorporación de tecnología de producción y de gestión, para hacer frente a los escenarios económicos cada vez más complejos que vive el rubro.
Así, se ha pasado a contar, por ejemplo, con modernas salas de ordeña que permiten extraer simultáneamente la leche de cientos de vacas de manera mecanizada y con altos estándares de calidad e inocudidad.
Los productores lecheros Eduardo Keim (arriba) y Osvaldo Follert (abajo) han sido testigos de este proceso: pasaron desde la ordeña manual a la mecánica; se acomodaron a las cada vez mayores exigencias sanitarias; a los nuevos mercados; y a las innovaciones tecnológicas que mandan en el rubro. Todo en 50 años.
Hoy ambos se alzan como referentes de la producción láctea en Osorno. De esos que se mantienen en sus lecherías y pudieron sortear con éxito los tiempos de las vacas flacas y las gordas.
Ellos fueron dos de los diez productores que el municipio de Osorno y la Asociación de Productores de Leche (Aproleche) premiaron recientemente por permanecer más de 50 años ligados a la actividad. Al pie del cañón en un rubro que tiene en esta provincia a su mayor cantidad de exponentes a lo largo de Chile.
Esta fue la característica que valoró el presidente de Aproleche Osorno, Dieter Konow, durante la ceremonia donde destacó que “independiente de las vicisitudes económicas que podemos visualizar en el futuro y que puedan ser complejas, la amplia trayectoria de estos productores nos sirve como ejemplo para sobrellevar las dificultades y afrontar el futuro con optimismo y fe”.
el moro de oromo
“Hay que ser apasionado”, dice de entrada Eduardo Keim, propietario del Fundo El Moro, ubicado en el sector de Oromo de Purranque. Esa, asegura, es la receta que lo ha sostenido por cinco décadas en el negocio.
“Todo es caro y se recupera lento. No se puede cambiar de rubro de la noche a la mañana, hay que seguir batallando”, señala el productor osornino dando cuenta de una realidad que es característica de las actividades agropecuarias, con sus ciclos buenos…y muchos de los otros también.
Keim enfatiza que para entrar a la actividad, el capital invertido suele ser siempre alto, ya que se debe gastar en inseminación e importación de semen de nuevas razas para obtener un rebaño con buen rendimiento.
Estos elementos que determinan en buena parte la producción de leche por vaca y por hectárea, marca en la mayoría de los casos el devenir del agricultor ligado al rubro. De allí la relevancia de propiciar un ganado de calidad y con parámetros productivos acordes a los retornos esperados.
Cuenta que sus comienzos en el rubro se los debe a su padre. Se inició trabajando junto a él. Y cuando falleció, heredó 300 hectáreas continuando en el negocio.
Con el tiempo pudo doblar la superficie productiva la que hoy alcanza las 600 hectáreas, donde se distribuye un plantel de un poco más de 240 animales.
Eduardo Keim manifiesta que pasar de la ordeña manual a la mecánica fue una de las transiciones más importantes de las que tenga memoria en su larga carrera lechera. Y recuerda que su padre fue un precursor de este cambio en la zona.
“En 1945 se trajeron a nuestra zona las primeras máquinas. Era un cinturón que se amarraba en el lomo de la vaca y después el balde recibía la leche mientras el animal comía”, cuenta el agricultor sobre los primeros intentos por mecanizar la ordeña.
Luego fue testigo de cómo el terremoto que azotó a la zona en 1960 echó todo abajo; los galpones se destruyeron y la producción de leche también mermó. Hubo que levantarse, al igual como lo hizo cada vez que el valor de la materia prima bajó estrepitosamente y hacía poco rentable seguir.
Partió entregando leche a Chiprodal (actual Nestlé) y hoy lo hace a Dos Castaños, una firma quesera de Purranque que comenzará a enviar sus productos a Francia, algo que para él es completamente nuevo.
“Tenemos leche de buena calidad y por ende buenos productos. Este rubro sigue teniendo buen futuro”, comenta.
A su juicio, la actividad ha cambiado mucho. “Hay mayor poder de recepción y cantidad de plantas compradoras. Antes había que atenerse a la compra que hacían dos o tres plantas, teníamos problemas con los precios, todas las fijaban al unísono. Eso se revierte ahora”, dice.
Parte del positivismo del productor se debe a que confía en las inversiones realizadas para alcanzar mayor calidad. Este año, por ejemplo, apostó por montar una nueva lechería del tipo neocelandés, donde desembolsó cerca de $300 millones para mejorar los tiempos de ordeña, obtener una mayor productividad y aumentar los estándares sanitarios.
Cerca de la costa
Osvaldo Follert se inició en la actividad lechera en 1960, en un campo cercano a Puaucho, a unos 25 kilómetros de Osorno hacia la costa.
En ese tiempo contaba con 60 vacas que ordeñaba a mano y acompañado sólo de la luz que emitía un farol a parafina.
Así se inició en un rubro que ha sido tradicional, pero que ha tenido un auge productivo en el sur de Chile (en cuanto a volúmenes) en los últimos 15 años de la mano de la incorporación de la tecnología y nuevos manejos.
De hecho, recién en 1996 se instaló con una lechería mecánica y hoy día ordeña 90 vacas.
En un plazo de dos años espera aumentar su rebaño a 200, lo que señala las buenas perspectivas de mediano y largo plazo que tiene el productor. Y la esperanza de que el sector lechero nacional está bien encaminado.
Para ello, dice, es clave la llegada de la producción chilena a otros mercados. Un ítem en el que el país ha crecido de manera notable en las últimas décadas. Y particularmente en la última, pasando de US$ 56,3 millones generados por exportaciones en 2002 a más de US$200 millones en 2011.
“Cuando me inicié pensé que era sólo para el consumo nacional, pero hoy se exporta. Eso nunca se nos pasó por la cabeza. Ahora (la industria) comenzará a llegar a China, nos exigirán más leche”, dice Follert, quien entrega cerca de mil litros diarios a Nestlé.
Desde su perspectiva, uno de los secretos para mantenerse en el negocio es el gusto personal y la disposición de seguir pese a todo. “Este es un rubro apasionado, bonito y en este momento es rentable. Sólo hay que trabajar, trabajar y trabajar, también a uno tiene que gustarle esto, ser proactivo, dispuesto siempre a cambiar, si no simplemente estamos liquidados”, sentencia.
10 lecheros homenajeados
En total fueron diez los productores lecheros de la Región de Los Lagos que fueron distinguidos por la Asociación Gremial de Productores de Leche de Osorno (Aproleche Osorno) y la Municipalidad de Osorno.
El reconocimiento fue para los productores Mario Apparcel Ascarain; Aldo Epple Davanzo; Osvaldo Follert Dagnino; Nolberto Fuschlocher Hott; Adolfo Ide Richter; Jorge Momberg Keim; Mario Momberg Soriano; Pablo Ruhe Schweikart; Horst Ruhe Schweikart; y Eduardo Keim Braemer.
El gerente de Aproleche Osorno, Michel Junod, subrayó en la oportunidad que la esencia de este homenaje era permitir vincular la producción lechera como actividad económica y la tradición cultural de la Región de Los Lagos.
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