Los últimos vaqueros del concejo

Bajos precios, problemas con terrenos y fauna y «falsos positivos» en tuberculosis centran las principales críticas de los ganaderos de la zona.
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Bajos precios, problemas con terrenos y fauna y «falsos positivos» en tuberculosis centran las principales críticas de los ganaderos de la zona.
«Los ganaderos del concejo estamos en peligro de extinción. La burocracia, las administraciones y los precios por debajo del coste de producción están acabando con nosotros». Lo dice Marcelino Álvarez, quien lleva toda la vida dedicado a las vacas en Ruedes, y lo secundan varios ganaderos con los que se puso en contacto EL COMERCIO. Las cifras que facilitan desde la Consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales no apuntan hacia la desaparición de la profesión en Gijón, al menos de momento, pero sí hacia una visible reducción del número de explotaciones bovinas. Si en 2006 había 791 núcleos de este tipo de ganado en el concejo, en la actualidad son 475. Es decir, en diez años las explotaciones dedicadas a la cría de vacas para leche y carne se redujeron en casi un 40%, con el cierre o extinción de 316. «Recuerdo que cuando era pequeño muchísimas familias de Ruedes tenían algo de ganado. Hoy quedan en pie solo unas pocas explotaciones», confirma el ganadero.
También menguó, aunque en menor medida, el número de cabezas de ganado, que en 2006 eran 9.198. En la actualidad son 7.710, lo que supone una reducción del 16%. Esta desigual proporción entre las reducciones del número de explotaciones y de animales la explica Marcelino Castro, quien procede de una estirpe de ganaderos del pequeño pueblo de Aguda, en la parroquia de Cenero, que se remonta a varias generaciones. «En la época de mis padres y mis abuelos una familia vivía sin problemas con siete u ocho vacas. Ahora tenemos 37 y yo tengo que trabajar aparte como conductor de camiones para poder mantenerlas. En la actualidad llevo lo que antes fueron siete caserías diferentes», explica. Recuerda cómo hace treinta años su familia vendía terneros por «hasta 35.000 pesetas -210 euros-. Ahora te los compran por menos de 50 euros. Es nuestra forma de vivir, pero es insostenible. Estamos ante la peor crisis que hubo en la historia de la ganadería», asevera.
Marcos Álvarez da buena fe del complicado momento. A sus 27 años es, como él mismo señala, «un extraterrestre. No somos muchos los jóvenes que hoy en día decidimos dedicarnos a esto en Asturias». En su caso es algo más que un trabajo, es una forma de vida. «Desde que tengo uso de razón quise ser ganadero. Aunque mi padre tenía otra ocupación principal, en mi casa había animales, así que ya tenía una base sobre la que comenzar, sino hubiese sido imposible. Los 25.000 euros de ayuda que dan a los jóvenes no son suficientes para arrancar», indica. Con dieciséis años, relata, comenzó a trabajar para poder ahorrar dinero con el que comprar vacas. Finalmente, hace algo más de dos años logró cumplir su sueño y abrir su propia explotación ganadera.
Marcelino Álvarez
«La burocracia, las administraciones y los bajos precios están acabando con nosotros»
Andrés Avelino Cadavieco
«Dicen que no somos zona de montaña, pero los terrenos llanos los ocupan naves y chalés»
Marcos Álvarez
«Adoro el mundo de la ganadería, pero según están las cosas a veces se te quitan las ganas»
Marcelino Castro
«Antes una familia vivía de siete vacas, yo tengo 37 y trabajo de camionero para poder mantenerlas»
«Adoro este mundo, pero lo cierto es que según están las cosas, a veces se te quitan las ganas de seguir», reconoce. Si le preguntan cuáles cree que son los grandes males del sector, no sabe por dónde empezar. Critica, por ejemplo, el actual sistema de saneamiento. «Por suerte a mí nunca me salió ningún positivo, pero conozco gente a la que sí y es una faena, pues te inmovilizan la explotación hasta que te repiten la prueba y te quedas todo ese tiempo sin ingresos. Lo peor viene cuando al realizar el segundo análisis se comprueba que casi siempre son falsos positivos», indica. Además, agrega, «cuando te marcan una vaca el precio que te pagan por su carne es unas tres veces menor al habitual».
Junto a él, Marcelino Álvarez señala que «es increíble que en pleno siglo XXI no haya todavía un método que permita saber con seguridad y en poco tiempo si una vaca tiene o no tuberculosis». Para estos casos se pueden contratar seguros privados pero, según indica el ganadero, «no todo el mundo puede permitírselo. Creo que las administraciones deberían mojarse y apoyarnos en casos de indefensión como estos», sostiene.
En este punto, el director general de Ganadería del Principado, Ivo Álvarez, defiende el actual sistema de saneamiento y recuerda que «la inmovilización beneficia a los ganaderos, pues si una vaca está infectada y permitimos que se mueva de una explotación a otra, lo que hacemos es ayudar a que la enfermedad se propague». Asturias, recuerda, es una de las regiones con menos prevalencia de tuberculosis del país. «Mientras aquí tenemos un 0,28% de positivos, la media española es del 2,80%, diez veces más alta».
Leche a 28 céntimos
La ganadería de leche tampoco se libra de la crisis a la que hace referencia Marcelino Castro. Lo corrobora Andrés Avelino Cadavieco, quien posee cuarenta vacas en el barrio de Casares, en Porceyo. «Recuerdo que no hace muchos años la leche daba para vivir sin problemas, pero la continua bajada de los precios y la eliminación de las cuotas lácteas no nos dejan respirar. No nos queda otra que vivir al día y, a veces, ni eso», manifiesta. En estos momentos, él vende el litro de leche a 0,28 euros. «Vendo unos cuatrocientos litros cada dos días, echa cuentas y resta impuestos, pienso, forraje y demás gastos».
Marcelino Castro interviene para señalar que «lo habitual es que quien vende un producto o un servicio ponga el precio, pero en el caso de los ganaderos éste viene impuesto. Si lo aceptas, bien, y si no, no te recogen la leche o no te compran la carne. Al final no decidimos el precio de lo que vendemos, pero tampoco de lo que compramos», critica. Su hermana Eva, quien posee otras cuarenta vacas junto a su marido en el vecino concejo de Siero, le da la razón y describe de forma gráfica el sentir de muchos compañeros. «Están consiguiendo que trabajemos unas doce o catorce horas diarias los siete días de la semana para nada. Es desmoralizador, parece que solo nos quieren para que mantengamos limpios los montes».
Especulación
A los problemas habituales del sector se suman otros ligados a la tierra, según señala Andrés Avelino. «El concejo de Gijón no está considerado terreno de montaña, por lo que recibimos menos ayudas que los ganaderos de otras zonas. Sin embargo, los mejores praos, los llanos, hace tiempo que no se dedican al ganado, pues con la burbuja inmobiliaria se vendieron para hacer chalés o naves industriales. Nosotros nos tenemos que conformar con los más accidentados, cuando la tierra no debería ser para especular, sino para producir», critica. La situación empeora, indica Marcelino Álvarez, con la cada vez más frecuente llegada de ganado procedente de zonas que sí son de montaña y que se quedan con los pocos praos buenos que todavía siguen disponibles. «La mayoría son prejubilados, sobre todo de la minería, que además de tener una buena pensión y mejores ayudas por proceder de zonas de montaña, disfrutan de campos comunales, cosa que aquí no tenemos. Aquí o compras o alquilas la tierra. En invierno traen a las vacas y como pagan más, se llevan los mejores terrenos», explica.
En este sentido, Ivo Álvarez recuerda que desde 2015 existen unas ayudas para aquellos ganaderos que tengan sus explotaciones en las llamadas ‘zonas con limitaciones naturales significativas’. «En Asturias hay nueve de estas zonas, una de ellas es Gijón, y se pueden obtener ayudas por un valor de hasta 60 euros por cada hectárea», explica. Las ayudas para las zonas de montaña llegan hasta los 95 euros por hectárea.
Pese a su relativa cercanía con la ciudad, los ganaderos gijoneses también sufren problemas con la fauna salvaje, principalmente jabalíes. «Llevamos años sufriendo y denunciando los destrozos que causan, pero parece ser que hasta que no empezaron a afectar al club de golf o a los chalés, el problema no existía», lamentan. «Es terrible. Llega mayo, temporada de ir a la hierba, y de pronto te encuentras con que en solo tres noches te destrozaron un prao del que ibas a sacar unos doscientos fardos de forraje. Lo denuncias ante la guardería del Principado y te pagan, en total, 25 euros. Y eso si el terreno es tuyo y no alquilado, porque para indemnizarte te exigen las escrituras», explica Marcelino Castro. El lobo, indican, todavía no hizo acto de presencia en el concejo. «Pero visto lo visto, cualquier día lo tenemos encima», pronostica Marcelino Álvarez.
«Los ganaderos de la zona estamos en las últimas. Solo el amor por lo que hacemos nos impulsa a seguir luchando de sol a sol», sentencia Marcelino Castro.
http://m.elcomercio.es/gijon/201612/18/ultimos-vaqueros-concejo-20161218021909-v.html

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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