Medición de la consultora CCR. Las caídas se vienen repitiendo desde enero, pero el mes pasado se profundizó la baja. En lo que va del año el retroceso de las ventas es de 3,5%.
Aunque se valoran las promociones «dos por uno» o las marcas que congelan los precios, el consumo siguió retrocediendo en agosto. Según la consultora CCR, los volúmenes despachados disminuyeron un 7,4% en relación al mismo mes del año pasado. Desde enero, durante todos los meses hay caídas. Pero entre marzo y agosto estaban en torno al 3%, salvo un «pico» de julio, que alcanzó el 5%.
«Hubo una mejora del poder adquisitivo en julio por el efecto del pago del SAC (aguinaldos). Pero pareciera que ese dinero la gente ya se lo gastó y no le quedó resto para agosto», explicó Ricardo Fitz-Simon, CEO de CCR.
La mayoría de la gente -más del 60%- tiene expectativas optimistas sobre el futuro. Creen que se saldrá del actual sofocón, según la medición. Hasta perciben que la inflación está en baja. En abril, proyectaban que los precios subirían un 43% anual, mientras que ahora avizoran que el costo de vida subirá un 39%.
La clase media profesional se convirtió en el sostén del Gobierno. Es donde hay más paciencia para que el «cambio» se haga realidad. «La mayoría no tiene dudas que la situación actual se asocia más a decisiones del anterior Gobierno y que el actual está haciendo lo mejor que puede con la herencia», detalla Patricia Sosa, directora comercial de CCR.
Los hogares declaran que digirieron mejor los aumentos en la distribución eléctrica (luz), que con las tarifas de gas y agua. El incremento en el gas pegó diferente en la ciudad de Buenos Aires que en el conurbano. Dentro de la capital, la mayoría de las propiedades son más pequeñas en metros y están en mejor estado, por lo que pueden regular el consumo de gas. En cambio, en el Gran Buenos Aires, las casas tienen mayor tamaño y otras características de construcción, por lo que calefaccionarlas es más oneroso.
La suba en las facturas del agua, cuyo incremento no generó tanta controversia política como el gas, fue detectado como un «problema» por CCR. «Mayormente es un costo fijo y no variable al consumo (hay pocos hogares con medidores). No existe forma de ahorrar», puntualizó Sosa.
En 2014, los consumidores decían que destinaban un 28% de sus ingresos a alimentos, bebidas y artículos de higiene y tocador, mientras que ahora usan un 22% de su dinero para ese fin. En cambio, hace dos años dirigían un 13% de su plata a los servicios, y ahora esa proporción se estiró a 16%.
El 80% de los consumidores está preocupado por la economía, tanto por la inflación como el aumento de tarifas. Sin embargo, hay esperanza. «La gente quiere confiar, ve problemas, pero no siente que estemos en un momento como el de 2001 ni por lejos», reflexiona Fitz-Simon. «Todos calculaban una caída en 2016», agrega.
El ejecutivo es optimista de cara a 2017. «El área cosechada creció en un 20% y eso demuestra que habrá una mejor situación del campo. Desde 2001, vemos que la reactivación del consumo arranca en el interior y luego llega a Buenos Aires», destaca.
Más de la mitad de los consumidores (54%) recurre a los 2 x 1 en las promociones. También logran captar la atención las marcas que se comprometen a mantener un importe determinado y claro en el tiempo. Los descuentos generan distorsiones a la hora de evaluar los precios. La proliferación de descuentos tiene su lado B: la gente cree que si le están regalando un producto es porque el margen con el que se venden esas unidades es muy elevado.
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