Preocupa la falta de horizonte para los empleados del tambo

En Santa Fe, un estudio de la Universidad Nacional del Litoral advierte que no tienen resueltas necesidades básicas, como salud, educación y protección laboral, entre otras.
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Hay un elemento más que se suma a la crisis de la lechería, que tiene en jaque a los tamberos, que hace años que denuncian que no hay margen de rentabilidad, y a algunas industrias lácteas que acumulan deudas millonarias. Las personas que trabajan en los tambos de la cuenca lechera central -en Santa Fe y Córdoba- no tienen una cobertura satisfactoria en cuestiones esenciales como la salud, la protección laboral, la jubilación, la capacitación y la educación de sus hijos.
Es un punto en el que hace años que ponen el foco muchos tamberos, preocupados por la falta de horizonte para generar un proyecto de vida viable en el campo para ellos y sus empleados, y que ahora también visibiliza un estudio de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) de Santa Fe, que contó con la colaboración de especialistas del INTA y del Ministerio de la Producción del gobierno santafesino.
La ingeniera Patricia Sandoval, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNL -que tiene su base en Esperanza- e integrante de este equipo de investigación, indica que los trabajadores del tambo y sus familias se encuentran en un estado de “vulnerabilidad” y con dificultades, además, para acceder a servicios recreativos y de comunicación que también son importantes para poder desarrollar un proyecto de vida en el tambo. “La gente del campo tiene las mismas necesidades básicas que la gente de la ciudad”, planteó, en el informe que difundió el área de prensa de la UNL.
Lo que necesitan los tamberos, los empleados y toda la cadena de producción láctea son mejores caminos -que garanticen la salida del campo cuando llueve-, una fuente de electricidad confiable, servicio de Internet y de telefonía celular y que haya un mayor acceso a la red de hospitales, centros de salud y a las posibilidades para capacitarse, profesionalizarse y que sus hijos puedan integrarse a los distintos niveles educativos.
En María Luisa, unos 90 kilómetros al noroeste de Santa Fe, el tambero Marcelo Dándolo hace años que viene advirtiendo que el tambo dejó de ser un empleo atractivo. “Cuando llueve, la persona que está a cargo no puede ni salir a cenar o mandar a sus chicos a la escuela. Si el objetivo es profesionalizar la gestión y sumar eficiencia, es fundamental tener en cuenta la calidad de vida, la formación de los recursos humanos y la posibilidad de generar un proyecto de vida para toda la familia”, explicó, en diálogo con Clarín Rural.
Hace exactamente un año, cuando las inundaciones provocaban perdidas millonarias en la cuenca lechera, Dándolo contaba que levantarse a las 3.30 de la madrugada para intentar encerrar a los animales en medio del barro —que les llegaba hasta casi el final de las botas- y ordeñar. Para que luego sea imposible sacar la producción por el estado del camino y no haya más remedio que tirarla a un costado.
“Tenemos que cambiar para hacer más atractiva y humana esta actividad. Depende de nosotros armar una buena idea para seguir haciendo lo que elegimos, pero con mejor calidad de vida”, planteó Dándolo. Lógicamente -como recuerda Sandoval- también es necesaria la intervención de los distintos niveles del estado para solucionar los problemas de infraestructura y de acceso a la salud y a la educación, entre otros.
El asesor Julio Godoy, que gestiona un megatambo en el sur de Santa Fe, también hace años que insiste en que es central profesionalizar los recursos humanos y construir un ambiente que estimule el desarrollo humano y familiar en los tambos.
Hace unos años, recordó en una entrevista con Clarín Rural, en el marco de una encuesta que hizo Aacrea, le preguntaron al personal de los tambos porque se iban y dijeron que por el frío y la lluvia. “Hay que generar las condiciones para que ese grupo familiar pueda vivir cómodo en el campo, con wi fi, educación, entretenimiento y formación profesional”, coincidió.
En el estudio de la UNL también se precisa que cerraron casi 1.000 tambos en los 20 años que van entre 1988 y el 2008 en el Departamento Las Colonias de Santa Fe, que incluye a localidades como Esperanza, Franck y San Jerónimo Norte. “En esa zona se perdió un 50% de los tambos en esas dos décadas y con ellos se expulsaron del sector a más de 900 familias tamberas”, concluyó Sandoval.
https://www.clarin.com/rural/preocupa-falta-horizonte-empleados-tambo_0_Hk5I9_Ck-.html

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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