Por Fernando Garello – Las declaraciones del cabecilla de Atilra, las primeras desde que trascendió la grave crisis financiera que atraviesa la cooperativa, cayeron como un balde agua fría en la comunidad sunchalense que durante años lo siguió como partícipe de un proyecto político de carácter nacional y popular que multiplicó el número de pobres, puso trabas a las exportaciones y empujó a SanCor al borde de la quiebra. ¿Quién lo hubiera dicho? Uno de los defensores más entusiastas del proyecto nacional y popular de Néstor y Cristina Kirchner ahora pide que uno de los emblemas de la industria argentina pase a manos de un grupo multinacional. Si no fuera una tragedia, el giro copernicano de Ponce no puede ser tomado en serio y por el contrario, mueve a la risa.
La verdad más amarga es que el secretario general de los lecheros ahora intenta despegarse de una gestión que llevó a la cooperativa a la ruina, aunque lo hizo con su connivencia y complicidad. Es que mientras el líder gremial despilfarraba recursos en proyectos faraónicos que hoy se encuentran en estado de semi abandono o en fiestas fastuosas con presencia de modelos y personajes de la farándula, la cooperativa que fundaron hace más de siete décadas productores que no conocían otro camino que el trabajo para progresar, se hundía en el abismo en que hoy se encuentra.
Es que desde los años previos al “salvataje” de la Venezuela de Hugo Chávez hasta el presente casi no se escuchó al secretario general de Atilra cuestionar ni a la conducción de la cooperativa, ni a las políticas que esta llevó adelante con criterios ciertamente errados, tal como se comprueba ahora. Es más, a Ponce le llevó varios meses hilvanar una estrategia discursiva que le permita quitarse el peso de la responsabilidad que le cabe en la crisis aparentemente terminal que hoy padece SanCor. Paradójicamente, al igual que los ejecutivos que recién hoy critica, está equivocado porque su silencio y connivencia contribuyó a malograr la empresa que hoy propone sin ningún pudor, entregar al capital extranjero.
No hace falta ser demasiado inteligente para darse cuenta de las consecuencias que la solución que propone Ponce acarrearía a la comunidad: lejos de la capital del país es altamente improbable que una multinacional se preocupe por conservar puestos de trabajo en una localidad perdida en el interior profundo. ¿Qué gravitación podría tener Sunchales en una empresa manejada desde el extranjero?
Los directivos de SanCor no actuaron de la manera correcta, eso es cierto y algo que dijimos en este mismo espacio hace ya largos meses. Pero el gremio lechero conducido por Ponce tuvo un rol central en la política de desmanejo que llevó a la cooperativa al borde de la quiebra. Cuando tuvo la oportunidad de intervenir prefirió mirar para el costado y callar, concentrándose en su proyecto personal de acumulación de poder y recursos. Vaya paradoja, su propuesta de desguace es similar a la que propuso el ex presidente Néstor Kirchner hace una década, cuando sugirió a los directivos de ese entonces que vendan a George Soros, unos de los buitres más crueles del planeta.
Hoy reconoce haber mantenido conversaciones con multinacionales interesadas en quedarse con la empresa, a condición del desplazamiento de todos sus directivos, algo previsible en el mundo de los negocios. Parece no advertir que él también debería hacerse cargo de la responsabilidad que le cabe y que el fracaso de la gestión de SanCor en definitiva también es su fracaso.
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