Nueva Zelanda: una estrategia de agregado de valor

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¿De hacer todo lo contrario de lo que estoy haciendo, cómo me iría? ¿A quién no se le presentó alguna vez en la vida esta pregunta que encierra toda una duda existencial? Como se sabe, el ejercicio no pasa de ser una especulación porque su respuesta es imposible de comprobar. Sin embargo, el juego de buscar los resultados en los contrapuntos funciona cuando lo que se quiere analizar son las conductas de los países. En materia de políticas económicas y comerciales para la producción de alimentos, la Argentina tiene en Nueva Zelanda su más exacta contrapartida. Una economía que se abre contra una economía que se cierra, estímulos a la exportación de alimentos con cada vez mayor valor agregado contra retenciones y restricciones, apertura a las importaciones contra limitaciones discrecionales y cierres, una inflación de dos dígitos contra casi cero de inflación, pérdida de competitividad contra aumento de competitividad, una ola de reclamos en la OMC contra firma de acuerdos comerciales, etc., etc.
Si todo lo que se hace en la Argentina se hiciera al revés, muy probablemente se tendría una política muy parecida a la que desde hace treinta años se aplica en Nueva Zelanda.
Gavin Sheath, Alistair Polson y Craig Bell, que participaron de una delegación neozelandesa que visitó nuestro país, no vinieron a predicar una ideología ni a vender una receta. Como productores y empresarios que comulgan sólo con un rabioso pragmatismo se limitaron a compartir su testimonio de treinta años de una política agresivamente exportadora y competitiva. En este sentido, hay mucho que convendría aprender antes de desechar toda su experiencia con el argumento de que ellos, con una población de cuatro millones de habitantes, no tienen un mercado interno para proteger.
La primera y gran diferencia que salta a poco de hablar con los neozelandeses es que para ellos el primer paso de todo proceso productivo es siempre la comercialización y nunca la producción como acostumbramos a pensar los argentinos. Por caso, obsérvese el lugar absolutamente secundario que ocupa toda la problemática de la comercialización en el Plan Estratégico Nacional (PEA). Y como para los neozelandeses la comercialización es la base de todo negocio, es lógico que piensen que sin una macroeconomía estable y predecible es imposible tener un proyecto de desarrollo y crecimiento. «La confianza en que no se van a cambiar las reglas de juego es fundamental. A diferencia de comercializar commodities, si se quiere vender alimentos con valor agregado se necesitan tiempo, esfuerzo e inversiones para abrir mercados. Una relación comercial no puede estar jaqueada por una alta volatilidad con bruscas apreciaciones o devaluaciones de las monedas. Exportar no debería ser una actividad riesgosa. Hay que saber distinguir: no es lo mismo la lechería que la soja. Los productos primarios no tienen diferenciación, mientras que la manufactura necesita por lo menos dos años para ganarse un lugar entre los nuevos consumidores», afirma Alistair Polson, ganadero de larga trayectoria dirigencial.
Mientras los neozelandeses logran mejoras productivas y el agregado de valor en sus productos, no descuidan ni la estabilidad y competitividad del tipo de cambio, ni los costos impositivos, financieros y de infraestructura, ni la acción del Estado en materia de apertura de mercados. «Somos una economía biológica. Nuestra actividad fundamental es la fotosíntesis, la digestión ruminal y la fijación de nitrógeno. Pero no nos quedamos satisfechos sólo con los logros de haber tenido un aumento anual en la productividad de las actividades ganaderas del 3,2% desde 1985. Hemos desarrollado el conocimiento comercial y las alianzas de negocios para llegar a las góndolas del mundo. Vale recordar que somos líderes en la trazabilidad de alimentos», destaca Gavin Sheath.
Sobre la gran productividad que obtienen de sus pasturas, los neozelandeses desarrollaron una extensa cadena de valor agregado que incluye su agresiva industria láctea, sus empresas de insumos agropecuarios y los servicios que exportan al mundo. Hoy Nueva Zelanda no es sólo un sinónimo de leche, aunque encabece el ranking de exportadores con una participación del 33% del comercio mundial. Se ha diversificado en una larga lista de actividades manteniendo su vigencia en las tradicionales, como la carne ovina, de la que es líder y exporta el 42% del cordero mundial, son segundos en lana. También están pisando fuerte en frutas y hortalizas: en 1980 apenas exportaban 70 millones de dólares, mientras que hoy superan los 3900 millones de dólares. Pero quizás el desarrollado vitivinícola de los últimos cuarenta años sea lo más sorprendente. A tal punto que en la categoría de vinos premium de más alta gama los vinos neozelandeses ya ocupan el tercer lugar en el ranking de los exportadores, detrás de Francia e Italia. El año pasado exportaron por 900 millones de dólares.
Este éxito en la diversificación de alimentos no se debe tanto a que lo pueden producir en forma competitiva, sino a la habilidad comercial para acceder a nuevos mercados. «Lo nuestro es el conocimiento y el oficio para pasar del pasto a la góndola. En lograr este cometido están todos involucrados: el gobierno, las empresas y los productores», agrega Craig Bell que actualmente dirige un establecimiento lácteo en el norte brasileño
Una de las características más notables del pueblo neozelandés es su mentalidad práctica y el sentido común que siempre está presente. Por lo que reemplazar tradiciones o cuestiones que no funcionan por mejores ideas no les significa un gran esfuerzo. Así es como en la década del ochenta comenzaron un plan radical de reformas que arrancaron de cuajo un sistema económico que agonizaba basado en una industria fuertemente subsidiada, de altos costos, con inflación y sustitución de importaciones.
«Básicamente nos deshicimos de las malas señales y entramos en una economía de mercado. Controlamos la inflación, pasamos del 20 al 2% anual, se cortaron todos los subsidios y nos abrimos al mundo. Los productores respondieron a la señal del mercado: sofisticaron sus productos, se acostumbraron a producir con baja inflación, pero también con bajos costos y atrajeron inversiones», agrega Alistair Polson.
El montañista neozelandés Edmund Hillary, el primero en escalar el Everest, encontró la siguiente explicación para su hazaña. «Pienso que personifico al neozelandés promedio. Cuento con modestas capacidades, las combino con una buena carga de determinación y me gusta lograr lo que me propongo.»
A la estrategia exportadora neozelandesa le cabe la misma explicación. En una isla remota, con suelos poco productivos, con una pequeña población y recursos escasos, hicieron pie en lo que mejor sabían hacer para después iniciar un camino que parece infinito en el agregado de valor. Encontraron una receta contraria a la que aplicamos aquí, para pasar del pasto al producto en la góndola.
17.000
millones de dólares
Valor total de las exportaciones de alimentos durante 2011.
8
Acuerdos de libre comercio
Con Australia, China, Tailandia, Singapur, Brunei, Chile, Malasia y Hong Kong.
33%
Comercio mundial de lácteos
Esa participación la obtienen a partir de 11.000 predios lecheros.
DIXIT
«Tenemos el oficio para pasar del pasto a la góndola. Para lograrlo están todos los sectores involucrados».
Craig Bell
Director de leitíssimo
«A diferencia de las commodities para vender alimentos, se necesitan tiempo e inversiones para abrir mercados».
Alistair Polson
Ganadero y dirigente rural
«Hemos desarrollado el conocimiento comercial y las alianzas de negocios para llegar a las góndolas del mundo».
Gavin Sheath
Consultor de empresas.
Por Félix Sammartino | LA NACION

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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