La lechería frente a un punto de quiebre

El conflicto en SanCor desnudó problemas de competitividad de larga data en la cadena de valor.
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La cadena de valor láctea se encuentra frente a una realidad que los economistas podrían caracterizar como de frazada corta. Por un lado, los productores pujan por recibir un precio mayor por parte de la industria, para hacer frente a crecientes costos de producción, financieros, impositivos y laborales. Se estima que en los últimos quince años cerraron más de 5.000 tambos.
Por otro lado, la industria, que también enfrenta costos en alza y que hoy tiene precios internacionales deprimidos, dice no poder pagar más. Hoy el precio internacional de la leche en polvo entera de Fonterra (el valor de referencia) está en torno a los US$ 3.000 la tonelada, mientras que hace cuatro años valía más de US$ 5.000. Y todos se quejan de las condiciones y los márgenes de rentabilidad del canal comercial. Mientras los productores perciben unos $5 por litro de leche fluida,el valor trepa casi a $22 en los comercios.
Pero más allá de esta situación y de los precios, lo cierto es que todo el sector lácteo necesita ordenarse y mejorar la competitividad para poder agrandar la torta y no estar peléandose por una tajada mayor. Pero por sobre todas las cosas, dicen los analistas, la lechería argentina debe decidir si orienta la producción a abastecer sólo al mercado interno o si se impulsan las exportaciones.
Orden y progreso
El caso SanCor puso de manifiesto los problemas de competitividad que tiene toda la cadena de valor láctea. “Cuando no hay reglas claras en un mercado como el lechero, donde el productor es el último que pone el valor, la industria está acorralada entre el supermercadismo y la intermediación, pasan las cosas que están pasando”, señala Pedro Morini, secretario de Lechería de la provincia de Santa Fe.
Morini sostiene que el caso de Sancor y de muchas compañías en los últimos 20 años “es un reflejo del desorden que tiene la lechería argentina”. En su opinión, se trata de una “cadena desordenada que no tiene reglas de juego claras, no tiene árbitros, no tiene precio de referencia, que cuando se superan los 8.000 millones de litros (es más o menos lo que se consume en el país) no tenemos un panorama de qué hacer con la leche excedente”.
Alejandro Palladino, Coordinador del área de Lechería de la Asociación Argentina de Consorcios de Experimentación Agrícola (AACREA), afirma que la industria necesita mejorar la eficiencia y la productividad, que “en términos comparativos a otros países es muy baja”. Y agrega: “Mientras en nuestro país se producen por día 800/900 litros por empleado, en Uruguay producen 1.500 litros, y en Europa 3.000 litros por día por empleado y puede llegar hasta 5.000 litros”.
Gustavo Vionnet, presidente de la Confederación de Asociaciones Rurales de Santa Fe (Carsfe), sostiene que “los productores lecheros están en una situación de enorme incertidumbre, porque no se define qué lechería tenemos que tener en la Argentina”. Explica que el país “producía hace tres años alrededor de 11.700 millones de litros por año y ahora difícilmente lleguemos a los 9.000 millones”. Por eso, si Argentina no es capaz de producir más, apunta, “vamos a terminar importando lácteos”.

La lechería frente a un punto de quiebre

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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