Fernando Cuadrado es la segunda generación de productores lecheros en la zona de Pozo del Molle.
Trabaja el establecimiento que fundó su padre hace más de 50 años. “Desde que yo estoy en la actividad, es el momento más duro que me toca vivir”, cuenta. Su padre, Carlos, dice que en sus 71 años de vida nunca vio tanta agua en el campo.
“Veníamos con dificultad por la caída en el precio de la leche, y las inundaciones nos terminaron de complicar”, asegura Fernando, quien además preside la Sociedad Rural de Pozo del Molle.
Desde hace un mes, una masa de agua atraviesa su campo con rumbo nordeste. “No deja de entrar agua al campo y las napas no dan abasto. Antes, en los bajos llovían 300 milímetros y el agua drenaba; ahora el agua llega de otras zonas y se queda ahí”, describió.
Con 550 vacas en ordeñe y una capacidad de producción de 11 mil litros de leche al día, el establecimiento de Cuadrado produce actualmente un poco más de la mitad: seis mil litros diarios. “Las vacas están en el barro y hay dificultades para que puedan consumir las pasturas. Tanto estrés y restricción afecta la producción”, sostiene.
Cuadrado no oculta la impotencia. “En épocas de sequía, traíamos rollos de pasturas para mantener la producción de las vacas. En cambio, con el agua es nulo lo que se puede hacer”, compara.
Ellos entregan la leche a una industria de James Craik capaz de recibir 900 mil litros diarios, pero que hoy trabaja a la mitad. La dificultad para sacar la poca producción de los tambos, debido a la intransitabilidad de los caminos, obliga a muchos tamberos a tirar la producción.
En plena época de parición de las vacas, hacer que los terneros nacieran y sobrevivieran en los potreros anegados demandó un esfuerzo casi titánico. “Se han muerto animales por las condiciones de anegamiento de los lotes”, dice Cuadrado.
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