En leche en polvo y quesos.
Los exportadores argentinos de productos lácteos ya no tiene trabas gubernamentales que sortear para poder concretar una operación de comercio exterior (como sí sucedía durante el gobierno kirchnerista).
Pero reconstruir canales comerciales dinamitados no será una tarea fácil. El caso chileno es un ejemplo claro de ese problema.
En el primer mes de 2016 –según los últimos datos oficiales publicados por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias– Chile importó 946 toneladas de leche en polvo, de las cuales 706 provinieron de EE.UU, 164 de Argentina y 75 de Uruguay.
En el año 2015 Argentina había quedado en el quinto puesto del ranking de proveedores de leche en polvo a Chile con envíos por apenas 961 toneladas. El líder fue EE.UU. con 6139 toneladas, seguido por Uruguay (3500), Nueva Zelanda (3281) y la Unión Europea (1803). Estos tres últimos también tienen un TLC con Chile.
La razón de ese fenómeno aparentemente ilógico –traer leche en polvo desde miles de kilómetros en lugar de comprárselo a los vecinos del barrio– reside en el hecho de que EE.UU. cuenta con preferencias arancelarias para colocar productos en el mercado trasandino gracias al Tratado de Libre Comercio (TLC) que tiene desde 2004 con Chile.
En el primer mes de 2016 EE.UU. también fue el primer vendedor de quesos en Chile con 639 toneladas versus 459 la Argentina y 151 Uruguay. En 2015 Argentina había sido el tercer proveedor de quesos a Chile con 5986 toneladas por detrás de EE.UU. (8521) y Nueva Zelanda (7001).
La economía argentina está en el horno porque la gestión kirchnerista dilapidó los mejores años de la historia del país –en términos de relaciones de intercambio– sin promover una política de integración comercial. El resultado: todo depende de la cosecha de soja (el último informe de la consultora Analytica explica muy bien el problema).
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