Antes de la Navidad y sin mucho espíritu de época, la última subasta electrónica de lácteos que genera Fonterra, terminó en una baja consistente para el sector. En promedio, el 3,9 por ciento de contracción y un valor por tonelada de 2.969 dólares por tonelada de lácteos en general, determinan el punto más bajo del año en cuento a los precios.
Con un vaivén claro en el primer trimestre de 2017, no podía cerrarse el ciclo en alza, tal como la racha se parecía haber cortado.
No son buenos años estos, la lechería los padece, con la contracción de su valor, pero también con la producción a nivel global y un clima que golpea a jugadores tan importantes como la Argentina.
La mayor caída desde marzo indica que la tonelada de la leche entera en polvo tuviera un signo negativo de 2,5 por ciento, en 2.755 pesos, sumando números en rojo para todos los productos ofertados como la grasa anhídrida (-6,7%), manteca (-2,3%), queso cheddar (-7,9%), caseína (-6,3%) y leche descremada en polvo (-4,8%), mientras que no hubo movimiento para lactosa, ni manteca en polvo.
Las expectativas de los analistas internacionales para el sector no son tan alentadoras, ya que la mayoría se conformará con la provisión de los mercados, en un marco donde las sequías en Nueva Zelandia, o los temores por las lluvias en exceso y repentinas en nuestro país pueden modificar en poco tiempo cualquier pronóstico.
Mientras los ciclos productivos se empiezan a medir cada cuatro años en Europa, son los británicos los que por ejemplo terminaron este 2017 cubriendo con lo justo los costos, una realidad que no se aleja de todas las cuencas, en todo el planeta.
Debe la lechería trabajar para protegerse, para conseguir un lugar más cómodo en los agronegocios, no sólo en esta latitud, sino en cada rincón donde la producción genera un impacto socio-económico de interés.
