El agua lo echó del tambo y hoy trabaja como repartidor en la ciudad

Hasta hace dos años, Oscar Maggi ordeñaba sus vacas en su campo de Colonia Malbertina. Una de las peores inundaciones de las que se tenga registro en Córdoba, lo dejó sin nada y tuvo que trasladarse a San Francisco en busca de un nuevo trabajo para subsistir. Autor: Vanina Panero Fuente: LA VOZ DE SAN JUSTO Link: http://lavozdesanjusto.com.ar/noticias/articulo/-el-agua-lo-echo-del-tambo-y-hoy-trabaja-como-repartidor-en-la-ciudad---29942
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Hoy se desempeña como repartidor de una importante empresa gastronómica.
COLONIA MALBERTINA.- Las secuelas de la inundación en la zona rural no se limitan solo al aspecto productivo y económico, sino que en muchos casos involucran un cambio rotundo de vida.
Es el caso de Oscar Maggi, pequeño productor tambero de la zona de Colonia Malbertina, que después de 60 años de residencia en ese sector debió trasladarse a San Francisco porque el agua arrasó con todo lo que tenía.
Maggi alquilaba un campo ubicado a 2 kilómetros de la Ruta Nacional 19 donde explotaba un tambo de unas 120 vacas junto a su esposa Ana María y sus seis hijos. Allí mismo contaban con una casa donde vivieron durante 21 años, hasta que en 2015 tomaron la decisión más difícil: dejar el campo y trasladarse a la urbanización en busca de nuevas oportunidades.
Hoy Maggi se desempeña como empleado de la empresa sanfrancisqueña La Palma, donde realiza el reparto a domicilio.
Una vida en el campo
Oscar nació en la zona de Colonia Malbertina donde vivió con sus padres y hermanos hasta que se casó. Luego explotaba un campo en sociedad con uno de sus hermanos y después se independizó y decidió alquilar el campo donde residió hasta comienzos de 2015.
Se trata de un establecimiento de 100 hectáreas donde tenían un pequeño tambo que producía unos 2.200 litros diarios. «Éramos productores chicos y si bien no nos sobraba, vivíamos bien y con eso pudimos hacer estudiar a nuestros hijos. Además el campo es lo que me apasiona y lo que hice toda mi vida», comentó el ex productor tambero a LA VOZ DE SAN JUSTO, que visitó esas tierras castigadas por el agua.
«En el campo son muchas las crisis que debimos atravesar, pero siempre con esfuerzo, sacrificio y el apoyo de la familia logramos salir adelante, hasta que el agua nos obligó a irnos a mediados de 2015», narró.
Maggi contó que no era una zona típica de inundaciones, pero con el tiempo el agua comenzó a llegar a los campos vecinos, por lo que ya estaban preparados para lo peor.
La decisión más difícil
«Parece que hubiera sido el destino, ya que en los últimos cinco años tuvimos que soportar dos colas de tornados y una pedrada que nos llevó todo, habiendo sufrido anteriormente varias sequías. Pero sin dudas lo peor vino en febrero de 2015 cuando las intensas lluvias devastaron la zona y no fuimos la excepción: el agua arrasó con todo lo que teníamos», indicó Maggi.
«Si bien ya nos veníamos preparando, nunca pensamos que iba a ser tan terrible – aseguró-. Un mañana nos levantamos y vimos todo el campo anegado, las vacas bajo el agua, los caminos imposibles de transitar y ni siquiera salir de nuestra casa podíamos, porque el agua llegaba hasta la misma y corría como un río», relató.
Maggi señaló que «una cosa es contarlo y otra muy distinta es vivirlo, algo que no se puede explicar, el dolor, la bronca, la incertidumbre, todos sentimientos encontrados».
Consultado sobre la decisión de irse del campo, Maggi explicó que «no teníamos donde llevar las vacas, la ordeñábamos igual con el agua hasta la cintura, la producción bajó y no podíamos invertir más porque lo íbamos a volver a perder todo. No teníamos espalda financiera para seguir, nuestros hijos ya habían hecho su vida, por lo que no nos quedaba más nada allí».
En el pueblo, Devoto, quedó su hija menor, de 17 años que transita la etapa final del nivel secundario.
«Si bien ya veníamos pensando en irnos algún día, nunca pensamos que sería de esta manera. El agua nos echó de la peor forma», se lamentó Maggi.
Buscar trabajo a los 60
«Gracias a Dios, fruto del sacrificio y el trabajo pudimos comprarnos una casita en San Francisco, ya que sabíamos que en cualquier momento ese espejo de agua que veíamos a lo lejos nos iba a alcanzar -comentó-. Por eso, ante esta situación, no dudamos en vender los animales, irnos a la ciudad y comenzar de cero».
«No es fácil a mi edad tener que salir a buscar trabajo. Yo tuve la suerte de que me abrieran las puertas en esta empresa (La Palma) y voy a estar agradecido toda la vida», aseguró Maggi, al tiempo que aclaró que todo fue más simple ya que mantiene un parentesco con la familia Colombatti.
«Me fue un tiempo para adaptarme ya que se trata de una tarea totalmente diferente a la que hice toda mi vida en el campo. Pero la ayuda y la contención fue mucha en este lugar de trabajo. Yo estaba pasando por un momento muy difícil, hacer el duelo, vencer la tristeza y hasta la depresión que causa perderlo todo».
Oscar asegura que «tuve que aprenderme las calles de la ciudad, cumplir horarios y acatar órdenes, a lo que no estaba acostumbrado en el campo, ya que uno maneja los tiempos y las tareas».
El extambero reconoció que «el tema no sólo fue adaptarnos a la nueva vida en la ciudad sino también cumplir con compromisos generados por la actividad tambera, deudas que nos habían quedado».
«Cada vez que llueve nos queda esa sensación amarga. Aunque una cosa es la tormenta en la ciudad y otra muy distinta, en el campo», aseguró.
La nostalgia de volver
A pesar de su traslado a la ciudad, Maggi conserva el contacto con amigos de Devoto, adonde viaja cada vez que puede, aunque evita pasar por el campo ya que le genera mucha nostalgia e impotencia.
«Parece mentira ver todo desolado sabiendo lo que fue esa zona hace unos años, una zona netamente tambera, a la que llegaba mucha gente. Donde viví mi niñez y crié a mis hijos», expresó.
«No se borra en mi cabeza la posibilidad de volver algún día, aunque sé que es imposible armar de nuevo un tambo y menos a esta altura de la vida», dijo resignado.
Obras tardías
Maggi contó que mucho tiempo antes del desastre hídrico, los productores de la zona elevaron un petitorio al gobierno provincial reclamando las obras necesarias para evitar las inundaciones, pero nunca obtuvieron respuesta. «Las obras llegaron mucho tiempo después, cuando ya todos se habían ido, expulsados por el agua. El canal que tanto pedimos se hizo pero lamentablemente no lo pudimos aprovechar».
Maggi elevó un mensaje a los políticos: «Les pido que escuchen a los productores cuando vamos con este tipo de reclamos, totalmente justificados. La mayoría de los que reclamamos éramos nativos del lugar y conocíamos las pendientes naturales, sabíamos lo que iba a pasar y por eso pedimos obras».
«Ya no quedan chicos en el campo»:cerró una escuela de casi 100 años
El caso de Maggi no es el único de esa zona, que luego de la inundación obligó a los productores a irse del lugar donde sólo quedaron los habitantes nativos. LA VOZ DE SAN JUSTO recorrió los campos aledaños y el panorama es desolador. Casas y tambos convertidos en taperas conforman un paisaje triste.
«Ya no queda más gente en el campo, solo una o dos familias nativas de la zona», aseveró Maggi. El Centro Educativo José Hernández, en Malbertina, no fue ajeno a esta situación, siendo que en 2015 se dispuso el «cierre temporario» del mismo.
«Creo que en poco tiempo se dará el cierre definitivo de la escuelita ya que no quedan niños en el lugar», expresó Oscar, quien conformó la comisión de padres que trabajó para reacondicionar su querida escuela, en la que estudió él y todos sus hijos.
La escuela rural cumpliría 100 años en 2018, aunque el edificio data de más de 130 años. El mismo fue donado por un grupo de franceses donde anteriormente funcionaba una iglesia adventista.
 

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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