#Argentina: Tambo que me hiciste mal y sin embargo te quiero

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La comparación del precio de la leche con la nafta y la desaparición de los establecimientos, son sólo parte de lo que se nuestra como un futuro incierto para las comunidades rurales.
Dos particulares aseveraciones se han escuchado últimamente acerca de la producción lechera en nuestro país. Una de ellas da cuenta de que «un litro de nafta vale como un litro de leche» y que «durante el gobierno kirchnerista han desaparecido 7 mil tambos».
Ambas resultan «impactantes», pero además, como toda aseveración mediática, cuanto más impactantes más riesgo conllevan de ser falaces o esconder datos poco certeros.
A la primera de las versiones cabe preguntarse de antemano qué exige más trabajo, si producir un litro de leche o de nafta. Pero para no ahondar en datos de si súper o especial, si descremada o con hierro, ni siquiera nos pondremos a considerar per se, tamaña comparación. De todas maneras, lo que si es cierto es que el precio de la leche coincide con el dólar que algunos amantes de los pitufos han dado en denominar como «blue» y que lo impactante de la situación, es precisamente que de esos «ocho pesos y pico» que hay que oblar por el litro de «leche» que está dentro de un envase en una góndola, el dueño de la vaca y que además las ordeña, percibe poco más de 2 pesos.
Pero ¿Cuál es el componente de un litro de leche tranqueras adentro?
Está dado -en principio- por un plantel de animales de excelente genética, necesarios para dar más litros por hectárea y hacer redituable el negocio. Esos litros de más también se logran en base a una buena alimentación y mejor sanidad, quiere decir que hay inversión en pasturas, granos, profesional veterinario y los insumos respectivos. También se requiere de buenas instalaciones para poder obtener una calidad tal como la exigen las industrias lácteas y personal profesionalizado en el manejo de los animales y el respectivo ordeñe.
Sería lógico preguntarse: ¿Qué siente el tambero cuando ve el precio que se cobra al público? Siente un profundo desprecio por su tarea y la sospecha de que en algún punto de la cadena alguien se está quedando con su esfuerzo e inversión o al menos se está abusando no sólo de él como productor sino también del consumidor, quien en muchos casos necesita llevar esa leche a su mesa irremediablemente.
Sin embargo, esa situación de impotencia el tambero la vive desde hace al menos 15 años y no es desmérito sólo de la actual gestión de gobierno. La responsabilidad de la situación también se comparte con una industria procesadora poco competitiva que ha hecho pagar su obsolescencia al productor primario mientras que por otra parte le otorga privilegios al sector comercializador (supermercadista) a través de una posición negociadora timorata.
Esto lamentablemente cuenta tanto para las sociedades anónimas como para las cooperativas, algunas de éstas de renombre y que no han tenido la suficiente capacidad de proteger a los mismos productores que le dieron vida.
El fracaso de tantas cooperativas lecheras o las crisis que atraviesan hoy en día muchas de ellas es un capítulo aparte que sin lugar aporta y mucho a la crítica situación actual en la producción de leche en nuestro país, con un productor en jaque, vapuleado por propios y extraños y al mismo tiempo tentado por el «yuyo maldito» que resulta resistente a todo, menos a la sojización.
Este panorama nos da como resultado la segunda hipótesis expresada en el inicio de la nota ¿Fueron 7 mil tambos los que desaparecieron? Nadie puede saberlo a ciencia cierta, pero hay datos que infieren que eso -finalmente- no importa a los verdaderos objetivos que pretendemos focalizar.
La cantidad de leche producida actualmente es sólo un 10% más que la de la última década y se ha mantenido el stock de vacas. Tambo que cierra, sus animales van a parar a otro, esto ha sido parte de la concentración tan anunciada, pero poco debatida para determinar sus consecuencias.
La posibilidad de sojización, ha sido el elemento necesario para que los productores dejaran de lado los tambos más allá del amor que le profesaran y que venía de generación en generación.
Los desmanejos cooperativistas, el abuso de las usinas, las trabas a la exportación y el aumento a las retenciones (impuesto por Roberto Lavagna), hicieron que el amor por el tambo terminara en una decepción y los hiciera cambiar el rumbo a los tamberos, virando hacia la agricultura, con el objetivo de alcanzar una mejor rentabilidad aunque con el dolor de tener que abandonar una actividad que era, además, legado de antepasados y tradición familiar.
En resumen, los tambos cerrados y el precio de la «leche- nafta» no importan más que para darse cuenta de que el sujeto agrario, el productor chico y mediano y el tambero de pueblo, están desapareciendo a paso firme y con ellos las comunidades rurales en general.
Tal vez entonces nos pase como con el ferrocarril y un día al levantarnos, nos demos cuenta que aquel entorno en el cual estábamos inmersos ya no existe y que con él nos han llevado nuestra propia vida y sólo somos fantasmas de un pasado floreciente, un presente engañoso y un futuro inexistente.
Omar Meraglia – Cuenca Rural
 

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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