Argentina: Perderlo todo: historias detrás de la #inundación en el interior bonaerense

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Las intensas lluvias afectan campos en 56 de los 111 distritos productivos. El impacto en las zonas afectadas.
Hace 19 años que Patricio Fernández trabaja en tambos y en todo ese tiempo pocas veces enfrentó situaciones que no pudiera resolver solo. El primer jueves de setiembre fue una excepción: alrededor de las cinco de la mañana, inquieto por la intensidad de la lluvia y la tormenta, se decidió a llamar por teléfono a Carlos Cunto, el dueño del tambo de Lezama donde trabaja. “Patrón, no puedo entrar las vacas al tambo; es imposible: esto es un mar”. Con el correr de las horas las cosas se complicarían todavía más y se presentarían grandes dificultades para sacar la leche hasta la ruta.
Según relata Cunto: “con tanta agua que cayó este año, estamos jodidos. El gran problema es que a la leche hay que sacarla sí o sí y cuando llueve cuesta entrar a las vacas para el ordeñe y más cuesta sacar la producción por tres kilómetros de camino de tierra que está encharcado y anegado. Se hace, pero a un costo altísimo; usando tractores que destrozan los caminos y arriesgando perder la carga en una mala maniobra. Además, todos los campos de pastoreo están encharcados y no se puede almacenar alimentos para las vacas. Si tenemos que comprar pasturas afuera, producir se nos encarece un 50%. Este año, con tanta lluvia bajó la producción de los 6.000 a los 4.000 litros diarios”.
Cunto viene de una familia de tamberos. El establecimiento que hoy dirige junto a sus hermanos y que produce leche que se vende en la zona de La Plata y de Bavio fue creado por su padre hace más de 70 años. Sin embargo, dice que nunca conocieron una época tan difícil como esta: “el precio que se le paga al productor por la leche es muy bajo para los costos que tiene que afrontar y los sacrificios que tiene que hacer. Por eso cada vez cierran más tambos en la cuenca del Salado.
Lo que ahora más le preocupa a él y a la mayoría de los productores es el factor climático. Si en esa zona el promedio anual de lluvias es de 700 milímetros, en lo que va de este año ya llovieron más de 900: “nuestro miedo”, dice Cunto, “es que esto se ponga peor. Si sigue lloviendo y los campos se inundan más no sé cómo vamos a poder seguir”.
La historia de este productor lechero es apenas una de las que aparecen detrás de las cifras de las inundaciones en el interior de la Provincia de Buenos Aires, que afectan a unas 12 millones de hectáreas de 56 partidos bonaerenses. Y que se produjeron a partir de lluvias que superaron en un 80% los registros históricos y provocaron el desborde de canales y lagunas. Entre las zonas mas afectadas se contó la cuenca deprimida del Salado (Dolores, Lezama, Pilar, General Belgrano, General Guido y Tordillo) y partidos como Bolívar o Azul.
El fenómeno climatológico dejó una larga lista de afectados: productores trigueros, ganaderos y tamberos encabezan la lista que engrosan chacareros, productores de frutales, apicultores y trabajadores que prestan servicios al campo (ver aparte).
En el caso de los productores trigueros, las inundaciones complican la siembra y recolección en especial en el centro y en sudoeste bonaerense y se espera que esto redunde en una cosecha sensiblemente menor a la esperada.
En el caso de los ganaderos, las inundaciones se producen en plena etapa de parición, lo que repercute en una alta mortandad de terneros y afecta negativamente el índice de parición para el próximo ciclo. Si bien en los últimos días esta situación repercutió en una baja del precio de la carne vendida en Liniers – ya que muchos productores con campos inundados que no tenían donde poner el ganado lo volcaron masivamente al mercado produciendo una caída momentánea del precio- se espera que en el mediano plazo las inundaciones generen escasez de terneros y favorezcan un aumento del precio final de la carne (ver aparte).
Esta situación afecta de manera variable a cada productor y hay casos en los que las pérdidas registradas alcanzan proporciones dramáticas.
Uno de ellos es el de Felipe Mobrici, un pequeño productor ganadero al que el agua anegó sus campos, entró en sus galpones y aisló su casa.
“Pude sacar algunos animales y los tengo encerrados en un corral sin comida ni nada. Cada una de esas vacas cuesta entre 6.000 y 7.000 pesos y creo que en total, por todos los daños, perdí más de 200.000 pesos. No tengo un centímetro seco en todo el campo y me tengo que manejar a caballo para llegar hasta la casa. Me hablan de créditos blandos, de prórroga de impuestos para recomenzar, pero yo no se si voy a empezar de nuevo. En este campo había puesto los ahorros de una vida trabajando como constructor”.
A pocos kilómetros de allí, en las proximidades de Dolores, Luis Díaz, otro productor de la zona, sacaba sus vacas a pastar a la ruta por falta de pasto seco en los campos que arrenda para criar ganado. Y contaba: “tengo 700 hectáreas arrendadas, y las 700 están tapadas por el agua. La inundación llegó de repente, no nos dio tiempo a nada. Tuvimos que sacar las vacas a nado y las ponemos a pastar a la orilla de la ruta dos horas por día. Pero esta situación de emergencia no sé cuánto tiempo se puede sostener. Y si llega a llover una vez más ya no se me ocurre qué hacer. Nos morimos”.
Para Díaz, el factor climático es determinante, pero cree que es necesario hacer obras que eviten que inundaciones como ésta se repitan: “estuvimos 13 años con sequías y durante todo ese tiempo se descuidó todo el alcantarillado, los desagües, el dragado de los canales. Esas obras hubieran hecho que el agua escurriera más rápido y las pérdidas fueran menores”.
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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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