#Argentina: El otro negocio de los grandes empresarios

Share on twitter
Share on facebook
Share on linkedin
Share on whatsapp
Share on email

Desde ranas toro hasta carne Kobe, pasando por el cordero patagónico y los caballos cuarto de milla, los hobbies rentables ganan su lugar en la agenda ejecutiva local
El empresario mendocino Enrique Pescarmona, titular de la firma energética Impsa, es el mayor inversor en energía eólica de América latina y un hombre reconocido desde sus comienzos en el rubro de la metalúrgica. Pero tiene además una debilidad por el negocio del vino, vicio que despunta con Bodega Lagarde, comprada en 1974 por su padre y hoy gerenciada por su hija, Sofía.
«Para cualquier mendocino, la industria vitivinícola es un orgullo, esté uno involucrado o no», dice Enrique Pescarmona. Luego cuenta que siempre fue algo que le dio y da mucho placer y que mantiene tradiciones provincianas. «El negocio es difícil, pero yo lo disfruto mucho -acota el empresario-. En mi tiempo libre siempre trato de aprender más sobre vinos y formas de elaboración, para mejorar el modo en que trabajamos aquí, en Mendoza.»
El caso del hombre fuerte de Impsa no es el único. Cristiano Rattazzi es tambero. Pocos lo imaginan en un corral, arremangado, ordeñando una Holando o una Jersey, pero el presidente local de Fiat, perteneciente a la familia Agnelli (su madre era nieta de Giovanni, uno de los fundadores de la automotriz turinense), tiene un tambo. Es más: sus quesos acaparan cada año varios premios en Mercoláctea. Rattazzi prefiere no hablar de eso y más de una vez ha dicho que es sólo un hobby para él, porque el establecimiento, que se llama Los Cardos y está en Balcarce, es de su familia.
Cristóbal López comenzó con la recolección de basura en su Comodoro Rivadavia natal, hasta llegar a formar un conglomerado de negocios, que va desde los casinos (que le valieron el mote de «zar del juego») hasta el dulce de leche (La Salamandra). Pero el cordero patagónico es para él lo que el vino para Pescarmona.
Es un negocio que, según allegados, inició desde cero en 2006, bajo la firma Ganadera Santa Elena, con la que comercializa las marcas Hito 45 e Indalo. Tiene 22.000 ovinos de raza Merino, de los que saca 1000 corderos por mes para corte de mercado.
Inició un grupo industrial que incluye una empresa textil, una fábrica de fósforos y una cadena de comercios de artículos deportivos. Es recordado por su paso por Alpargatas y es mediático por su presidencia en la Unión Industrial Argentina. Pero la pasión de José Ignacio de Mendiguren son los caballos cuarto de milla, que cría en la cabaña San Rafael y que le valieron dos cucardas de Gran Campeón en la Exposición Rural. «El gusto viene de familia», relata el empresario.
Entre las diversas unidades de negocios que maneja, como presidente de Endepa (Ferrovías, Hidrovía y Terrazas del Yacht, entre otras), la más exótica de las actividades de Gabriel Romero es la cría de ganado Wagyu. Esta es la raza de la que se saca el corte Kobe, una carne marmolada que ganó fama en los últimos años.
En Buenos Aires, un bife de chorizo Kobe cuesta $ 358, según precisaron a La Nacion en la parrilla La Cabrera. Romero cría y engorda este ganado originario de Japón en su establecimiento Santo Tomás de la Sierra, en Sierra de la Ventana. Además de la carne, comercializa semen y embriones de sus donantes de elite.
Nada tienen en común las ranas y el aceite. De poco sirve mencionar a Aceitera General Deheza (AGD) y Ranario Vida Verde a la hora de buscar el hilo conductor. Hay que llegar hasta el ex senador Roberto Urquía para hallar la conexión: el hombre es presidente de una de las grandes aceiteras del país, pero además se dedica a la cría de ranas toro.
En la cordobesa General Deheza, en un pulmón verde de 220 hectáreas, Urquía tiene un criadero de ciclo completo, es decir que la fase productiva incluye desde la reproducción hasta el engorde. Allí produce ranas toro catesbeiana y luego vende toda su producción en Buenos Aires.
«Empezó como un hobby del fundador de la empresa, Adrián Pascual Urquía, padre de Roberto, y luego fue continuado por sus hijos», dice Miguel Ferrero, encargado de Relaciones Institucionales de AGD. «En sus inicios, fue sólo para consumo propio, pero hace 10 años se empezó a comercializar», concluye.
El frigorífico de Jorge Brito, dueño de Banco Macro, y la cabaña de la raza Angus Don Carlos, de Alfredo Guzmán, presidente de Celusal, engrosan la lista de «segundos negocios» de grandes empresarios..
Por Carlos Manzoni  | LA NACION

Mirá También

Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

Te puede interesar

Notas
Relacionadas