Argentina: De #SanCor a #Fonterra

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El viaje de la delegación santafesina encabezada por el gobernador Bonfatti disparó las comparaciones entre la empresa láctea nacional y la neozelandesa, una de las más grandes del mundo y la industria insignia del país insular.
Fonterra es una de las lácteas más grande del mundo y la industria insignia de Nueva Zelanda. En su base es una cooperativa integrada por 10.600 productores. La comparación con Sancor viene rápidamente a la cabeza. La diferencia es que el funcionamiento de Fonterra, en definitiva, es el de una sociedad anónima, por lo cual los rendimientos de la empresa terminan llegando a los productores, algo que los socios de Sancor recurrentemente dicen no percibir por verse envueltos en la misma lógica de contradicción de intereses productor-industria que atraviesa a cualquier otra usina privada que compra leche.
La otra diferencia es que Sancor es un jugador de peso en el mercado argentino al igual que La Serenísima, Nestlé o Milkaut, pero en definitiva es una de tantos. Fonterra en Nueva Zelanda tiene más del 90 por ciento del mercado, lo que obligó hace poco al Estado a una ley de regulación que, entre otros aspectos, obliga a Fonterra a tomar la leche de todos los productores que quieran entregársela mientras cumplan con los estándares de calidad, así como venderle leche al resto de las industrias pequeñas cuando éstas no consiguen leche de los productores por la condición dominante de Fonterra, que tiene capacidad de manejar precios y contratos.
Cuando en la reunión que mantuvo la delegación del gobierno provincial con funcionarios técnicos del Ministerio de Industrias Primarias neozelandés, surgió el tema de las siempre complejas relaciones entre la industria láctea y los productores. Según los funcionarios neozelandeses aquí no se da contraposición de intereses entre unos y otros.
“Si los granjeros no están de acuerdo con lo que hacen los directivos de Fonterra pueden votar y sacarlos, son los dueños”, indicó Gallacher. Igual, el hecho de que se haya avanzado en legislación específica para el caso es un indicio de que en algún momento hubo roces.
En el caso de la Argentina, la cadena de valor de la leche tiene problemas históricos en ese sentido. Según Luis Contigiani, secretario del Sistema de Agricultura, Agroalimentos y Biocombustibles e integrante de la delegación, en Nueva Zelanda se observa un rol del Estado diferente, que juega como articulador de todo el sistema y la cadena de valor de la lechería.
“Aquí los productores están integrados a la cadena de comercialización, en Argentina el tambero se siente pisado por la industria, no contenido y destratado en el proceso de comercialización. Le pagan el litro de leche en forma poco transparente a 60 o 90 días, no hay relación contractual. Lo que entrega no termina siendo un producto sino algo que uno entrega al sector industrial para que haga lo que le convenga”, indicó Contigiani.
Destacó que “aquí se notan las políticas públicas y de tecnología que rodean a los productores y el sector, cosa que no ocurre para el productor argentino. En realidad, las tecnologías están, las tienen la universidad, el Inta, el Inti en parte, algunos productores; pero hay que tener en cuenta que en la Argentina es un tipo de productor chico-mediano jaqueado por problemas climáticos, de financiamiento, de rentabilidad, que aquí no está, hay una serie de estabilidades y de promoción de tecnología que hace que la capacidad de reacción del sector primario sea muy diferente”.
Contigiani marcó otras dos diferencias sustanciales. La primera, que “el sector financiero argentino ligado al sector lechero es altamente excluyente. El sector no tiene crédito, menos en la actual coyuntura”. Segundo, “el sector de la intermediación se lleva gran parte de la tajada, no poniendo nada, sin agregar nada de valor y sin correr ningún riesgo. Ahí se necesita decisión política”.
El rol del Estado provincial
Según Contigiani, Santa Fe viene haciendo aportes en este sentido. Citó el caso de la resolución 439, firmada por el gobernador días antes de partir hacia Nueva Zelanda, que tiende a transparentar la comercialización entre tambo e industria. “Esperemos que la Nación nos fortalezca, nos ayude, porque la posibilidad de cambiar esto es viable si se coordina con la Nación”, señaló.
Encuentros en dos universidades de Canterbury cerraron la gira
La misión institucional de Santa Fe en Nueva Zelanda llegó a su fin ayer a la tarde con los últimos encuentros de la delegación encabezada por el gobernador Antonio Bonfatti en la ciudad de Christchurch, en la isla Sur del país. La delegación aterrizó a las 11 de la mañana hora local en el aeropuerto y directamente se trasladó a la Lincoln University, cuyo enclave en el medio de una zona rural es un mix de edificios modernos con otros que bien podrían estar aquí o en el Reino Unido por su típica arquitectura inglesa. De hecho, Christchurch es “la más inglesa de la ciudades de Nueva Zelanda”.
En la universidad, orientada a ciencias agrarias (en especial lechería), vitivinicultura y ciencias de la tierra, la delegación santafesina conoció detalles de boca de profesores y autoridades sobre el sistema de cooperación para investigar, ensayos en un campo experimental propio y transferencia a productores. La Lincoln tiene el ojo puesto en profundizar el desarrollo de la lechería en la isla Sur del país ante la imposibilidad de expandir la producción por falta de tierras en la isla Norte. La apoyatura de este sistema de colaboración entre cooperativas, empresas regionales y universidad, solventado en parte por una tasa que pagan los productores de leche, se hizo imprescindible ya que las características climáticas y de suelos en una y otra isla son diferentes. Los trabajos de investigación más fuertes apuestan a genética de pasturas, vacas y ovejas, nutrición animal y control del impacto ambiental de la lechería. Aquí la delegación saludó a Agustín Nervi, graduado de Economía de la UBA que estudia un doctorado en agronegocios desde hace cuatro meses. El paso siguiente fue un encuentro con autoridades y profesores de la Universidad de Canterbury, que tiene entre sus especialidades el estudio y desarrollo de la industria forestal. También aquí se hicieron presentes una estudiante de un doctorado originaria de Cipolletti y el profesor de origen santafesino Gabriel Visnovsky.
La última actividad oficial fue en el edificio de la alcaidía de Chrischurch. Esta ciudad, la segunda del país en cantidad de habitantes, fue sacudida por un terremoto el 22 de febrero de 2012 que destruyó el casco céntrico. De más de 900 edificios que existían en esa zona, sólo quedaron en pie una decena. Los que no cayeron ese día hubo que demolerlos luego. Y aún queda un puñado de gigantes de hormigón en pie que hace dos años fueron abandonados y están a la espera de ser demolidos, entre ellos la torre de 12 pisos de la Policía. La ciudad exuda tristeza. El centro está dominado por enormes baldíos, en varios casos manzanas completas, otras edificaciones apuntaladas o con paredes de contenedores de barcos apilados para evitar que caigan sobre la calle en caso de desmoronarse. Dos de las iglesias están medio destruidas y apuntaladas. Una tercera que se derrumbó fue reconstruida por un arquitecto japonés que acaba de obtener el premio Nobel y se la conoce como “la iglesia de cartón”, porque fue hecha de ese material hasta tanto se pueda reconstruir la original. En una esquina, donde estaba el edificio donde murieron la mayoría de las 160 víctimas fatales (escasas en relación al daño sufrido) hay sillas y sillones blancos vacíos, ordenados como si fuera una platea, como homenaje a los que no están.
Raf Manji, el consejero que ejerce un cargo equivalente al de intendente, contó detalles de la atención de la emergencia, la respuesta de los organismos de defensa civil, el seguimiento de personas con depresión y necesidad de asistencia psicológica y la convocatoria a capital extranjero. Explicó que recién ahora están concluyendo la etapa de recuperación y están por iniciar la etapa de reconstrucción. Durante la charla se comentaron las catástrofes de la ciudad de Santa Fe por la inundación de 2003 y la explosión del edificio de Salta 2141 en Rosario.
Por David Narciso / Desde Nueva Zelanda

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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