Dentro de la cadena comercializadora hay un sector que se ha constituido en un actor preponderante en la formación de precios, las cadenas de supermercados e hipermercados, que comercializan en el país cerca del 60% de los alimentos y bebidas que se consumen.En Argentina hay 6 cadenas que aglutinan el 85% de las ventas del sector alimentos y bebidas, las primeras 3 controlan el 70% del mercado. En economía esto se llama monopsonio, funcionan como un oligopolio, pero en este caso, para las compras. Cualquier empresa que quiera tener una fuerte presencia en el mercado debe caer inevitablemente en ellas, por eso se terminan convirtiendo en las formadoras de precios.
Además de ser las responsables de formar el precio al consumidor, son también las que tienen el poder de ejercer presión a los proveedores, especialmente a pymes, redundando en un mayor margen de ganancias.
El sector alimentos y bebidas constituye “el” negocio de las grandes cadenas, ya que los márgenes son mayores al resto de los productos, los no alimenticios. Al ser productos de consumo esenciales, las cadenas los utilizan para sostener ingresos reduciendo los márgenes de los productos no alimenticios. Así se llegan a obtener en algunos productos ganancias cercanas al 100% aplicando diferentes métodos.
Una de las maneras que utilizan las grandes cadenas para presionar a sus proveedores es suspenderles las compras por un tiempo determinado, generalmente un mes. Así los fabricantes se encuentran con un stock que no pueden ubicar en otros comercios y, a la vez, pierden posición en el mercado frente a sus competidores.
Utilizando su gran poder, ejercen presiones a los proveedores decidiendo formas de pago, condiciones de entrega y presentación de productos, además de obtener beneficios por espacios dentro del local en el negocio de la venta de espacios. Las tarifas «pay to stay» son un alquiler que cobran los distribuidores a los proveedores a cambio de un espacio en sus estanterías durante un período determinado.
Otro factor determinante en la formación de precios es la aparición de la marca propia, que se utiliza tanto para presionar a los productores ampliando la presencia en góndolas de marcas propias en desmedro de las marcas de sus proveedores, como para presionar sobre el precio final de compra, ya que suelen mostrar grandes diferencias en el precio final del producto.
En los quesos se observan márgenes del 114% para la mayoría de las categorías de todos los quesos. En leche fluida, si bien el margen no es tan grande, el mismo ronda el 55%. En yogures los márgenes son un poco superiores los de las leches fluidas.
Pero esto no queda acá. No hay semana que un proveedor no reciba una nota de débito por algo que no ocurrió. Y es notable que si un proveedor recibe una nota de débito por $ 10.000, cuando se empieza a negociar, el súper termina acreditando un 80% del valor original lo que hace más sospechoso el descuento. Sólo lo puede hacer un oligopolio con un Estado que deja pasar esta situación, aunque es notable que los proveedores, mediante sus cámaras, no hagan público o con una causa en la justicia, este proceder que poseen los supermercados.
La sensación de que el precio de los productos es más barato en un supermercado que en los pequeños comercios es más que nada eso, una sensación. El enorme poder que tienen las grandes cadenas ha resultado en que estas obtengan mayor margen de ganancia que los pequeños comercios y perjudiquen al consumidor que se ve “forzado” a comprar en estas cadenas alimentando un círculo vicioso que refuerza su poder dominante.
Por Damián Morais para www.edairynews.com/es