Argentina: Al tambo La Casualidad le costará 10 años recuperarse de la inundación

Es el tiempo que su propietario, Federico Brinner, estima que le demandará volver al volumen de leche de 2013.
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Es el tiempo que su propietario, Federico Brinner, estima que le demandará volver al volumen de leche de 2013.
pesar de la desolación, Federico Brinner siente algo de alivio. Mientras recorre un potrero con vacas en pre y posparto observa que los animales ya pueden desplazarse, aunque todavía tienen las patas adentro del barro. La buena noticia es que el agua ha bajado en forma considerable y que el sol ha comenzado a orear la superficie.
Sin embargo, este productor lechero de la zona de Ballesteros aún tiene fresca en su memoria la imagen de cuando esos mismos animales tenían el agua casi sobre el pecho. El fenómeno fue generado por la crecida del rio Ctalamochita, cuyo caudal de agua pasó de 250 metros cúbicos, a mediados de febrero, a más de 400 metros cúbicos sobre finales de ese mes.
Hasta 2013, en el establecimiento La Casualidad la producción lechera en un sistema estabulado era de alta eficiencia. Sin embargo, en los últimos dos años, las inundaciones trastocaron todos los planes. Como si el destino se hubiera ensañado con su nombre, el tambo sufrió en los últimos dos años los efectos de la crecida y desbordes del Ctalamochita, en la misma fecha. “En 2014, el agua comenzó a salir el 17 de febrero y lo dejó de hacer el 17 de marzo. Este año comenzó el 18 de febrero, con 250 metros cúbicos que eran bien absorbidos por las costas del río en la zona; luego creció a 300 metros cúbicos durante 15 días, hasta que se elevó a 400 metros cúbicos”, relató a La Voz del Campo Federico Brinner, quien además de haber aprendido el oficio de tambero de su padre y abuelo es también ingeniero agrónomo y asesor de tambos en la zona.
Agua por dos
A diferencia de la inundación de 2014, la acontecida este año encontró al productor mejor preparado. “La anterior nos agarró desprevenidos, a tal punto de que nos tuvieron que evacuar del establecimiento. Tuvimos que trasladar casi 600 vacas en ordeño a tres establecimientos de la zona. Mientras tanto, decidimos acondicionar un tambo que teníamos en otro campo ubicado a 18 kilómetros al norte de Ballesteros para volver a producir. Recién en abril y mayo volvimos a producir leche”, relató.
Las consecuencias negativas de esa primera inundación –la más importante desde 1979, cuando aún no estaba construido el dique Piedras Moras– fueron significativas para el tambo: perdió dos meses de producción (cuando las vacas estuvieron repartidas en campos de la zona), y mucho capital en hacienda. “Perdimos alrededor de 125 vacas”, dimensionó el productor. El agua también se llevó 160 hectáreas de forraje.
El tambo, que llegó a tener 630 vacas en ordeñe, hoy tiene menos de la mitad. Antes de la última inundación, en La Casualidad había 200 vacas que producían 4.500 litros diarios, con 113 vacas secas y alrededor de 400 cabezas entre recría y vaquillonas en situación de preparto.
De la expectativa inicial de terminar 2014 con un promedio de producción entre 15 y 16 mil litros diarios, el ejercicio cerró con menos de 10 mil litros. “Perdimos de facturar alrededor de 12,9 millones de litros de leche y debimos afrontar gastos por alrededor de seis millones”, comparó Brinner. Para hacer frente a la alimentación se debieron comprar 800 rollos. Volver de nuevo a los 16 mil litros diarios no va a ser fácil. El productor calcula que le demandará 10 años.
En esa etapa de recuperación, destaca un consejo que el repetía el asesor Carlos Oddino. “Siempre me reiteró la necesidad de contar con una reserva de uno o dos meses de facturación de leche para afrontar emergencias”, valoró.
Mejor preparado
La experiencia de la inundación pasada llevó al productor a reforzar la cadena forrajera, ante la posibilidad de que el fenómeno volviera a repetirse. “Este año fue mucho más fácil tomar la decisión de irnos, porque teníamos el otro tambo armado. Lamentablemente, la lluvia de 400 milímetros en cuatro días hizo que se inundara el campo. Pudimos sacar los animales en camiones y hacer el traslado. Aunque cuando llegamos al otro campo el agua hizo que tuviéramos que hacer la última etapa arriando a caballo”, explicó Brinner.
Sólo optó por dejar las vaquillonas por parir, para evitarles el estrés del traslado.
En La Casualidad, donde trabajan 15 personas, el tambo ocupa 432 hectáreas. El suministro de alimentación lo aportan 160 hectáreas sembradas con maíz, 80 con sorgo y 60 con alfalfa. “No sabemos a ciencia cierta cuánto se va a perder. En maíz quizá se pueda utilizar 30 por ciento, del sorgo un 20 y de la alfalfa un cinco por ciento”, admitió el productor. En el mejor de los casos, el maíz se va a poder cosechar en junio, si las condiciones de piso lo permiten.
Las 230 hectáreas del otro campo, destinado a la recría de las terneras, cambiaron su fisonomía. Siempre con la premisa original de la empresa de que todo el grano que se produce se convierta en carne o leche. “Antes teníamos sólo 40 hectáreas con alfalfa para la recría y este año hicimos 60 hectáreas, a las que sumamos 60 de maíz y otro número similar de sorgo. Representa un 40 por ciento más de las reservas que voy a necesitar para la recría, ante cualquier imprevisto”, comentó Brinner.
Sin embargo, la planificación no se pudo ejecutar al 100 por ciento. La fuerte sequía que hubo en la zona hasta fines de diciembre hizo que las siembras de las gramíneas se hicieran tardías. “Ahora estamos picando con planta directa, pero estoy sin reservas de pasto”, reconoció el productor lechero.
Otra de las decisiones adoptada fue proveerse de rollos. Una rotoenfardadora de su propiedad le permitió adoptar el rol de contratista y salir a confeccionarlos. “Trabajaba por el 50 por ciento de la producción y de esta forma me hice de rollos”, aseguró el productor.
Firme en la filosofía que heredó de su padre, de que nunca hay que reducirle el alimento a las vacas, por lo que es preferible tener menos pero gordas, Federico ya tiene en la cabeza qué hará el día después de que pueda retomar el ordeñe en La Causalidad. “Es probable que me desprenda de 180 vacas y deje la recría, que es genética superior a esa vacas”, adelantó. Sabe que necesita alrededor de seis millones de kilos en alimentos.
Otra de las tareas que tiene por delante es negociar la situación de los alquileres de los campos. De las 660 hectáreas destinadas al tambo entre los dos campos, sólo 55 son propias. “Creo que no voy a estar en condiciones de poder pagar el arrendamiento este año”, admitió Brinner.
Forrajeras resistentes
La inclusión de los verdeos en la cadena forrajera también es parte del esquema de reconstrucción de la producción. “A pesar de que son campos inundables, lo positivo que tienen es que se puede llegar a producir una alta cantidad de materia seca a través de los verdeos de invierno sembrados entre mayo y junio, que es cuando empieza a bajar el agua en la zona”, explicó el productor.
Producción 2013. 17 mil litros diarios. Lo que producía el modelo estabulado en la La Casualidad antes de sufrir las inundaciones de los años 2014 y 2015.
Producción 2015. 4.500 litros diarios. Lo que producía el establecimiento antes de la llegada de la última inundación; tenía 200 vacas en ordeñe.
Raciones. 6 mil toneladas de forrajes. Es lo que necesitará el tambo de Brinner para afrontar el año. Los maíces recién se podrán picar en junio.
www.lavoz.com.ar

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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