#Uruguay: El agro no ha crecido desde 2006

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Hay una realidad que nos golpea y es poco conocida: el sector agropecuario no crece desde el año 2006, aún en medio de una óptima situación internacional. Algunas autoridades políticas, confundiendo quizás precios altos con rentabilidad adecuada, o precios elevados con inversión importante, prefieren no mirar lo que pasa.
NÚMEROS. El Producto del sector por ejemplo, evidencia que entre el año 2006 y el 2011, mientras la economía creció en volumen físico casi un 35%, el producto del agro se redujo en el mismo período. En otras palabras lo que el campo produce hoy es algo menor que lo que produjo en el año 2006. La producción de carne, que había crecido hasta ese año sin parar desde 1990, atravesando todo tipo de contingencias adversas, se cae también a tasas sorprendentes. La agricultura de secano redujo su sorprendente crecimiento hace menos tiempo -2009- y el arroz hace muchos años que no se supera en área. Por su parte la forestación, cuya producción crece por la maduración de las masas boscosas generadas hace tiempo, reduce desde 2007 el área forestada en cada año. La lechería es hasta ahora la excepción porque sigue creciendo, y en cuanto a la granja y la ovinocultura también en dificultades, sus problemas vienen de mucho más lejos. Algunos ya hablan de un estancamiento instalado en el sector, otros de reducción severa en las tasas de crecimiento ostentadas enseguida de la crisis del 2002. Puede haber atenuantes por algunas contingencias climáticas adversas -como siempre hay- pero en cualquier caso se trata de un proceso negativo ocurrido en los mejores momentos del mundo. También es llamativa la caída de la productividad en la pecuaria, con reducciones en los indicadores de inversión tales como número de vientres entorados, el área empraderada y en el indicador que en mi opinión resume todo lo que pasa con la productividad del rubro que es el porcentaje de animales jóvenes en la faena; el mismo, que había crecido sin parar hasta 2007 también ha empezado a caer. Alguno pensará que la caída de la pecuaria se da en un contexto de crecimiento de la agricultura pero eso es solo muy en parte cierto. En efecto, el primer millón de hectáreas agrícolas que desaparece de la ganadería -las mejores- lo hace hasta el año 2006 en conjunto con el crecimiento de la pecuaria en un contexto de crecimiento de la productividad por hectárea. Ésta ahora también cae. En definitiva, con matices acerca de la intensidad, es notorio que existe un problema que parece agravarse; y peor ahora que quizás el mundo y sus turbulencias, al menos a corto plazo, deje de sernos muy favorable.
QUÉ PASÓ. En mi opinión es imposible soslayar el deterioro que desde 2006 afectó paso a paso al sistema de reglas, con normas o con amenaza de éstas que es lo mismo, introduciendo creciente incertidumbre en los agentes económicos, afectando de a poco la confianza en el sistema de precios, y lesionando la libertad empresarial al introducir en todo y para todo ese horroroso instrumento de intervención que ha caracterizado estos gobiernos: el permiso previo, figura máxima de la discrecionalidad estatal. En la pecuaria se empezó con el asado del Pepe, que en parte pareció gracioso, y siguió con las citaciones a los empresarios a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto para que coludiéndose bajaran el precio de la carne. Era evidente para algunos que aquella voluntad de no tocar al ganadero para apoyar al consumidor, tan clara desde que se eliminó el stock regulador en el noventa en pleno ajuste fiscal, había terminado. Los precios empezaron a estar «vigilados» también por permanentes intervenciones públicas de INAC y de otras autoridades oficiales. En su momento se amenazó con detracciones y con cambios en la asignación del cupo Hilton; quedó claro pues que la libertad de precios estaba vigilada, justo esta libertad que está en la base del crecimiento desde 1990 al 2005. Y, más importante aún, aunque a muchos les cueste reconocerlo, la libre exportación de ganado en pie murió. Lo que hay ahora es permiso previo para exportar, tal como existía antes de los noventa, que se conceden o no, y cuya expedición, como señaló el Subsecretario de Ganadería, es una decisión política.
A la agricultura le pasan cosas parecidas: para plantar hay que pedir permiso y éste se concederá caso a caso por razones edafológicas, que serán también políticas, porque no se aplicará ni para todos los agricultores ni para todos los cultivos, por ejemplo la caña de azúcar. Es una agricultura con costos en los fletes y toda la logística encarecidos por salariazos insostenibles y por el retraso cambiario más grande de la historia; una agricultura perseguida también en su modelo dominante, el de las grandes empresas en su mayoría arrendatarias, opuestas al pensamiento de Agazzi cuando sostenía que había que terminar con la agricultura sin agricultores. Y no me olvido que aunque por pocos días, una vez se prohibieron las exportaciones de trigo, y también por poco tiempo se suspendieron los lanzamientos. En la forestación hay que anotar el fin de los subsidios apenas meses antes que cayeran solos, el restablecimiento de la contribución inmobiliaria para algunas plantaciones, el ICIR, y otra vez el permiso previo para plantar. Y respecto de la tierra hay medidas para oponerse a la presencia de sociedades anónimas, de fondos de inversión siempre sujetos a permisos previos, y se anuncia ahora que se cambiará el régimen sobre extranjeros, más medidas contra la concentración, impuesto de primaria, etc. Hay que pedir pues permiso para sembrar, para exportar en pie, para forestar, para aplicar herbicidas, para importar frutas y verduras, o pollos, para comprar tierra en ciertos casos, en definitiva en un agro vigilado, con amenazas varias a la formación de precios, no puede llamar la atención que la inversión caiga y con ella la producción y la productividad.
PRUDENCIA. Sabiendo que las decisiones económicas en el agro son un equilibrio de cristal, y más aún gobernando la izquierda, aunque sea por prudencia en el momento en el que el mundo se inestabiliza y empezamos quizás a tener más problemas, el gobierno debería postergar todos sus nuevos afanes socializantes, llamarse a la moderación, dejar algunos espacios de libertad empresarial sobre los que ha avanzado, y transmitir si ya no es muy tarde algunas señales de confianza a los que legítimamente quieran hacer buenos negocios. Y en especial no destruir el sistema de reglas a partir de la discrecionalidad, volviendo al imperio de la norma que, buena o mala, no dependa de la voluntad de ningún jerarca.
JULIO PREVE FOLLE
http://www.elpais.com.uy

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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