México: La #Estancia: un oasis dentro de la vida castrense

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Tres mil litros de leche, cinco mil kilos de huevo de gallina y cinco mil huevos de codorniz son el resultado diario de este rancho de 100 hectáreas que surte a las unidades militares del país.
Ordeñan vacas, recolectan huevo, asean corrales, vacunan aves, limpian excremento y sacrifican animales en el rastro de su propiedad, portando con orgullo el uniforme militar. Sin armas, operativos de seguridad, capos ni drogas, la vida transcurre aquí sin sobresaltos para el centenar de soldados asignado a La Estancia, la granja de la Secretaría de la Defensa que se ubica en el estado de Querétaro. Un terreno de 100 hectáreas donde los castrenses elaboran productos lácteos (queso, leche, yogurt, crema); porcinos (jamón, carne, chorizo) y avícolas (huevos de gallina y codorniz) entre otros.
Comenzó hace 37 años como un criadero de caballos y ganado de la Sedena que, tras su cierre, se transformó en una zona avícola y lechera para autoconsumo del Ejército Mexicano y sus derechohabientes. No obstante, el éxito de esta pequeña industria se ha extendido modestamente al público en general, que adquiere estos insumos en una tienda de la colonia Lomas de Sotelo en el Distrito Federal, así como en otros puntos del país, tiendas y restaurantes pertenecientes a la Defensa Nacional.
«Aquí los soldados hacen sus funciones específicas y en el área donde son asignados se dedican al aseo, alimentación, auxilio al médico veterinario, ordeña y abastecimiento de alimentos para animales. Pero como en toda área militar hay jerarquías», cuenta Ricardo Velázquez, coronel de caballería y actual administrador del lugar, quien recibió la noticia de su nombramiento el pasado 6 de enero, hecho que consideró un regalo de la vida dado su gusto por los equinos. Así, arregló sus cosas y salió de Guerrero Negro, Baja California Sur (zona donde se elabora la sal) para adaptarse drásticamente a la tranquilidad de una granja en el centro del país.
Tres mil litros de leche, cinco mil kilos de huevo de gallina y cinco mil huevos de codorniz, son el resultado diario de este rancho que se encuentra dividido en 34 hectáreas de construcción (para corrales y áreas administrativas) con otras 54 a cielo abierto (para producción avícola y de forraje como avena, alfalfa y maíz).
La tercera parte de lo producido, se envía a las unidades militares del Valle de México y Bajío. El resto se comercializa con empresas privadas como la leche, que es adquirida por la compañía Alpura. En el caso de los productos finales que se venden al público, los días martes y viernes sale de La Estancia un tráiler que los llevará al resto del estado de Querétaro y a otras localidades como Irapuato, Sarabia y San Miguel de los Jagüeyes.
«Tenemos que seguir comprando a proveedores externos porque, como verá, aún no podemos abastecer a todas las instalaciones militares del país. Somos autosuficientes en cuestión de forrajes aunque tenemos que adquirir insumos para complementar la alimentación del ganado», refiere el tímido coronel Velázquez.
Desde su ingreso, un soldado puede llevar aquí su carrera y salir al cumplir su edad límite, o bien cuando solicita su baja. El único requisito que debe cumplir es tener habilidades para funciones agrícolas y de ganado, pues solo así podría quedar adscrito al servicio de veterinaria y monta.
Aquí, el silencio de las enormes áreas verdes —que solo puede recorrerse en vehículo— se traga el mugido de 343 vacas, los cacareos de 40 mil gallinas rojas, los «oinc-oinc» de mil 490 cerdos y los graznidos de cinco mil codornices. Todos, sonidos ensordecedores que llenan de vida el corral respectivo, el cual se encuentra a cargo de veterinarios que ingresaron al Ejército para abandonar la vida civil.
«De los 31 años que llevo en la Sedena, 27 los he trabajado en sus criaderos como el de Santa Gertrudis en Chihuahua, además de sus unidades ecuestres y deportivas». Así resume el teniente coronel MVZ Francisco Vázquez, su currículum al que recién agregó tres años de labor en La Estancia.
Su responsabilidad son los cerdos que, según el pizarrón informativo ubicado de la entrada, se cuenta con un «estado de fuerza» de 280 vientres en producción. Aunque el término es propio de la jerga militar, en realidad se refiere al número de hembras destinado para la reproducción. «Utilizamos inseminación artificial con semen de alta calidad genética para tener la mayor cantidad de lechones, 12 por una mamá. Cada especie tiene su particularidad pues mientras los cerdos son muy inteligentes y curiosos, son delicados en materia de salud. Y al contrario, los caballos son animales muy fuertes que requieren de cuidados especiales». Por estas razones, destaca, la prioridad de éste lugar es obvia: el soldado debe atender primero a los animales para, al último, dedicarse a su persona.
El mayor Levín Velarde, zootecnista responsable de la zona avícola, conoce tan bien a las gallinas rojas que detecta claramente por qué cacarean alarmadas, con la pupila dilatada, cuando el equipo de televisión recorre los pasillos de las cuatro casetas elevadas en donde habitan. «Es que están acostumbradas al color verde militar de nuestros uniformes y como tu blusa es color rojo, saben que hay gente extraña aquí», dice.
Cada día los soldados clasifican los blanquillos en tres categorías: sucio (de sangre o excremento), roto (o agrietado) y limpio. Con los mejores llenan un total de 222 cajas. «Son gallinas productoras de huevo de plato, es una alternativa más del Ejército para ser autosuficiente; no tienen pollitos porque no están acompañadas de un gallo».
Caso aparte es el corral de codornices que comenzó a funcionar hace 20 años con un lote de mil aves, mismo que actualmente alcanza ya 10 mil. Por ser otro tipo de proteína animal, ésta especie representa en esta granja facilidad de manejo y otra opción de alimentación que ha dado buenos resultados. Por eso aquellas aves que no funcionan para pie de cría se comercializan al llegar a un peso promedio de 120 gramos en canal. Su costo: 140 pesos por diez piezas.
Por su experiencia Luis Carlos Garay, mayor de veterinaria a cargo del área, enlista las razones de tipo nutrimental. «El pueblo mexicano está acostumbrado a consumir gallina, bovinos, pero con la codorniz hemos tenido aceptación porque es algo relativamente nuevo: su carne y el huevo, tienen alta proteína y poco colesterol, por lo que son benéficos para hipertensos y personas obesas».
La sala de ordeña para vacas funciona desde las cuatro de la mañana con 138 animales de producción. Es supervisada por el MVZ mayor Jesús Hernández de la Garza, un hombre que se especializó también en otras especies como el ciervo rojo, que también se encuentra en reproducción dentro de La Estancia.
Sin embargo, en este momento su prioridad es cuidar las glándulas mamarias de las vacas a fin de que no se ensucien con los charcos ni la tierra. Es por ello que deben colocarles protectores para pezón pues es la única manera de evitar infecciones que contaminen la producción de leche.
En una ocasión la granja vivió una época extraña, a decir de su titular el coronel Ricardo Velázquez. «Hace año y medio, derivado de la fiebre aviar en Jalisco, tuvimos desabasto en las casetas avícolas por lo que hubo que trabajar para repoblar el área de las pollas», recuerda.
Pese a los riesgos que implica el manejo masivo de especies, la postura de los médicos que aquí laboran es la misma que la del mayor Hernández. «Nunca he estado en operativos. Mi profesión es andar con animales por eso estudié para veterinario. Quiero mucho mi carrera, si hubiera querido ser militar operativo me hubiera enrolado en el Colegio Militar».
Los soldados no lo sabían todo en materia de quesos. Por eso pidieron ayuda a la comunidad menonita para obtener la receta del cheddar y también fueron a Tlaxcala para que los habitantes del lugar les enseñaran a hacer queso ahumado.
El lugar, en donde se preparan otras variedades más como panela, ranchero, botanero, Oaxaca, crema, requesón, yogurt de varios sabores y chongos zamoranos, es muy particular: una gran sala de azulejos color verde, de dos pisos y que hace muchos años funcionó como quirófano para caballos.
Confirmado. La Estancia es un oasis, una especie de premio dentro de la vida castrense. Y la franqueza del coronel Velázquez lo resume así. «Nuestro trabajo es muy agradable, solo hay que mantenerle la comida a los animales, procurar que estén bien, ver por su salud y que salga adelante la producción. Aquí no tenemos ningún enfrentamiento ni situación de peligro con la delincuencia organizada».
http://www.milenio.com

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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