España: Regresa el fraude a los #quesos

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Los productores han detectado la venta como Cabrales y Gamonéu de piezas que no están registradas en los respectivos consejos reguladores de estas dos denominaciones de origen.
La comarca oriental asturiana concentra más de cuarenta variedades de queso. Pero, ¿quién lo sabe? Los productores de este producto son perfectamente conscientes de que existe un profundo desconocimiento total sobre los quesos y sobre su producción, tanto por parte de los foráneos como de los propios asturianos. Muchos son pequeños elaboradores que, en determinadas ocasiones, solo pueden presentar su abanico de producto en ferias, las cuales llegan a ser su mejor arma promocional.
Son fabricados de manera artesanal, con materia prima autóctona, madurados en cuevas de montaña que después llenan de sabor los paladares de muchas bocas. Pero uno de los principales inconvenientes con el que se encuentran los queseros asturianos es el fraude. Pese a que su nombre sí es bastante familiar, existe un gran desconocimiento sobre el Cabrales, «no tanto en Asturias, pero sí en el resto de España». Eso lleva a que a algunos compradores les den gato por liebre. Es decir, que acaban llevándose a casa algo que parece Cabrales, pero que está lejos de llegar a serlo, pese a que muchos lo intenten camuflar con elaborados pero falsos etiquetados y envoltorios. «La gente se piensa que porque te venda un queso azul envuelto en hojas ya es un Cabrales y eso no es así», explica Jéssica López, presidenta del Consejo Regulador de esta variedad de queso.
Lo cierto es que estas trampas son bastante frecuentes. Gente que vende sus quesos en otros mercados como si fuesen originales, en la región y fuera de ella. «Es algo que no tenemos que permitir. La mayor parte de las veces nos enteramos de estos casos por las denuncias que nos hace la gente que ha visto que se está cometiendo fraude en los puntos de venta», comenta López. Por eso insiste en que si alguien está en esa situación se ponga en contacto con el Consejo Regulador para tomar cartas sobre el asunto, «que nadie se calle la boca».
Quienes también notan los efectos del fraude son los productores del queso Gamonéu, otra de las variedades asturianas más reclamadas. «Ahora llaman queso Gamonéu al que no está dentro de la Denominación de Origen y no me parece justo. Porque el buen Gamonéu pasa por unas analíticas y unos controles porque está dentro de la D.O. y tiene todas las garantías sanitarias. Pero vas al mercado y todavía te encuentras queso que no es Gamonéu y que lo venden como tal. Lo que pasa es que los queseros son muy reacios a denunciar a un vecino», comenta Margarita González Ardisana, presidenta de su Consejo Regulador.
Críticas a la Administración
«Espero que ahora la Administración se lo tome más en serio, porque es muy triste que los queseros estén agobiadísimos por los altos costes de los piensos que utilizan para que el queso salga bueno. Si a eso le añadimos que se vende por ahí queso de Gamonéu cuando no lo es, pues peor todavía. Eso es algo que hay que erradicar, que el queso que no está dentro de la Denominación de Origen nunca tenga la posibilidad de decir que es Gamonéu y eso sólo se logran con inspecciones en mercados, en ferias, en tiendas… Eso es tan importante como el que tenga unos fermentos autóctonos», sella Margarita.
Queso de vaca, de oveja, de mezcla ahumado, picón, rulo de cabra. Son algunos de los tipos que fabrica Aurelio López junto con su familia en Pie de la Sierra, en Llanes. Viven a tan solo 100 metros de la cuadra de donde sale la materia prima que usan para elaborar esos productos etiquetados bajo el nombre Picu Urriellu. Unos 8.000 kilos de queso al año. Él también es una víctima del fraude. «Se venden quesos de elaboración industrial por artesanos y eso nos perjudica enormemente», afirma este quesero, que añade «que existen demasiados procesos burocráticos desde que se elabora la leche hasta que se pone en venta el queso».
Promoción. Esa es otra cuenta pendiente. Los productores consideran que la promoción es «fundamental y por ese motivo debería ser mayor». Jéssica López echa en falta las ayudas de este tipo que la Consejería destinaba a las queserías en años anteriores y que este año han desaparecido, «y eso se nota». Pese a ello y a que las ventas durante los meses de mayo y junio «han bajado un poco», considera que en «agosto habrá tiempo para recuperarse». En la elaboración del queso Cabrales trabajan unos 30 productores que se encargan de conseguir la mejor calidad posible para satisfacer a los compradores.
El lobo, un enemigo
El llanisco Aurelio López se muestra tajante. «No existe promoción de nuestros productos por falta de medios» y por ese motivo pide «colaboración a las administraciones pertinentes para elaborar un sello de calidad que distinga a los quesos de Llanes». Este quesero encuentra un filón en las ferias como la celebrada la pasada semana en la villa llanisca para dar a conocer su producción local.
El lobo es otro de los enemigos a los que tiene que hacer frente la quesería asturiana. Si bien es cierto que este año las matanzas del cánido no han causado tantos daños como lo han hecho en ocasiones anteriores, es un problema que sigue estando ahí y que puede volver a aparecer cuando menos se lo esperan. Y es que en esta cuestión se ven involucrados los ganaderos, pero también la producción de los queseros, que dependen de la leche de sus rebaños para sacar adelante sus productos. «Siempre pagan los mismos, los culpables siempre acaban siendo los de más abajo y hay que tener en cuenta que son ellos los que tienen que salir del paso cuando no tienen materia prima. No tienen ninguna defensa», recalca González Ardisana.
Explica la presidenta del Consejo Regulador del Gamonéu que la falta de pastos también repercute. «Sin pastos es complicado que los queseros produzcan. Los grupos ecologistas, que tanto alardean de sus ideas, deberían apoyar este tipo de actuaciones. En estos tiempos cada vez tienes que tener más ganado para poder vivir de él», opina.
El queso de toda la vida es el que busca la gente, el que se hace como antaño. Día a día ese producto se encuentra con decenas obstáculos como la obligada bajada de precios a la que se ven sometidos los productores. Una pieza de Cabrales ronda los 16 euros el kilo y de Gamonéu del Valle oscila entre los 16 y los 18. «Si quieres vender, no queda otra que abaratar. Alardean mucho de que el Oriente de Asturias se llena de gente en verano, pero no dicen que la gente no gasta un duro. Se traen el bocata de casa y no consumen. Pero los queseros necesitan vender y solo se encuentran con problemas», remacha Margarita González.
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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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