El mercado lácteo sigue siendo volátil, aunque las previsiones para la próxima década son optimistas. En esta línea, el Comisario Europeo ha resaltado que no hay crisis de precios en este sector. Tiene sentido, ya que las estimaciones de demanda son muy positivas, dado el más que probable crecimiento del consumo en Asia y África, no solo por el aumento de la población, sino también por la mejora de la calidad de vida y, por tanto, de las exigencias alimentarias y nutricionales.
Sin embargo, en el momento actual nos encontramos en un ciclo bajista, en el que los precios de la leche se mantienen por debajo de los de hace un año, rondando en diciembre los 34,4 euros el litro. En el corto plazo, existe cierto temor a que los mercados presionen a la baja. Los ojos de los analistas se han dirigido a dos grandes potencias lácteas, Nueva Zelanda por su capacidad productiva, y China por su potencial consumidor. Se esperaba una disminución en la producción neozelandesa derivada de una inminente sequía, lo que debía reducir la oferta mundial y hacer repuntar los precios, pero la realidad no ha sido esa y por el momento continúan aumentando sus producciones. En otro sentido, la suavización de la política china de un solo hijo hacía prever un repunte de la natalidad y del consumo, pero tampoco ha sido así, por el momento, ya que la crisis económica ha frenado los nacimientos.
Entre tanto, sigue latente la amenaza de una supertasa. Los ganaderos están pendientes de las entregas y de la posible aplicación de esta penalización, que tampoco debería ser excesiva a nivel global, ya que se han ralentizado las entregas, pero que sí afectará de forma significativa a algunos productores.
Hay que considerar que hoy en día el mercado de la leche en polvo es una commodity y marca los precios a nivel mundial, europeo y nacional, con pequeños desfases de estacionalidad. En este marco global, las previsiones para nuestro sector lácteo son optimistas, a pesar de la liberalización de cuotas. De hecho, en algunos foros, la propia Comisión ha llegado a denominarlo el oro blanco, quizás algo grandilocuente, pero sin duda muy sintomático.
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