De las granjas gallegas salen cada día siete millones de litros de leche, el 40 % de toda la materia prima que se produce en España. Esta indiscutible posición de dominio no se traduce, sin embargo, en mayores ingresos para los ganaderos, sino más bien todo lo contrario. La comunidad lleva prácticamente tres años ostentando el dudoso honor de ser la región que percibe los precios más bajos por su producción.
Este desfase, que parece agravarse cada mes -hace un año era de un céntimo y ahora ya es de 2,5-, ha provocado que los productores hayan dejado de ingresar 30 millones de euros durante el año pasado. Cantidad que superaría los 100 millones de euros en el trienio 2012-2014 y que permitiría a las granjas gallegas afrontarla inminente liberalización de los mercados con una mejor situación económica. El precio medio que la industria paga actualmente por la leche gallega se sitúa en 31,9 céntimos por litro, lejos de los 34,6 de comunidades limítrofes como Castilla y León o los 35,5 al que se liquida la materia prima en Asturias. Mayor brecha existe todavía con Cataluña (36,9 céntimos) o con Andalucía, que, con 38,5 céntimos el litro, se sitúa como la comunidad que promedia mejores cotizaciones para la leche.
Así, una granja con una producción mensual media de 90.000 kilos ubicada, por ejemplo, en la comarca lucense de A Terra Chá cobra cada mes 3.300 euros menos por la misma producción que una situada en la asturiana de Tineo situada a escasamente un centenar de kilómetros.
Sin razones que lo justifiquen
Tal y como denuncian desde distintas organizaciones de productores, no existen razones objetivas que justifiquen este importante desfase de precios entre Galicia y el resto del país. Mientras que desde Unións Agrarias se critica la «falta de iniciativa política del Ministerio de Agricultura», a la hora de regular el paquete lácteo y estipular la duración mínima de un año para los contratos lácteos, otras entidades como OPL (Organización de Productores Lácteos) cargan directamente contra la distribución. Denuncian la utilización de la leche como reclamo y la consiguiente presión que los grandes grupos logísticos alimentarios realizan sobre las lácteas a la hora de conseguir precios más bajos.
En cualquier, caso parece que las brechas poco tienen que ver con las distancias a los grandes núcleos de consumo o las primas de cantidad que los ganaderos reciben por sus producciones como en su momento alegaban las industrias lácteas para explicar estos diferenciales.
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