España: La encrucijada del sector lácteo

El fin de las cuotas, la caída de los precios y los excedentes de países de la UE agravan «una crisis histórica».
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El fin de las cuotas, la caída de los precios y los excedentes de países de la UE agravan «una crisis histórica».
En la crisis del sector lácteo hablan las cifras. Sólo atendiendo al último año, 1.000 explotaciones han tenido que echar el cierre en España y más de 2.000 penden de un hilo. Echando la vista atrás, de las 31.062 que se contabilizaban hace una década apenas quedan en pie 17.000. La gravedad de la situación es tal que desde el sector afirman que «la ganadería láctea corre un riesgo real de desaparecer», o lo que es lo mismo, 60.000 empleos y el 1,2 del PIB nacional; 12.7000 millones de euros.
El letargo en el que llevan años sumidos los ganaderos españoles recibía su última estocada de la mano del fin de las cuotas lácteas -limitación sobre la producción de leche vigente desde 1984- el pasado 1 de abril. La desaparición del sistema comunitario dejaba al eslabón más débil de la cadena (los productores) al pie de los caballos (la industria), que aprovechó la liberalización del mercado para imponer sus propias reglas del juego y entonar el «jaque mate».
Las explotaciones lecheras viven desde entonces una situación económica límite, «bajo la amenaza por parte de las industrias de no recoger la leche, con unos precios ruinosos que en algunos casos, como en Galicia y Castilla y León, no llegan a cubrir el coste de producción (38 céntimos por litro) y unos contratos en condiciones abusivas», según denuncian.
«La mayor crisis del sector en la historia», afirman las organizaciones profesionales, convencidas de que lo único que puede salvar a los ganaderos es una subida progresiva de los precios, similar a la que recoge la propuesta francesa. Y si por un lado reclaman las mismas condiciones del país galo, por otro le acusan de utilizar a España como «sumidero de sus excedentes, inundando el mercado de productos bajo coste». Por el momento, el pulso que mantienen los productores con la industria y la distribución se mantiene claramente inclinado a favor de estas dos últimas.
«El día que no podamos, que se lleven las vacas»
Con 30 y 32 años, Jesús y Diego Jiménez decidieron hace poco más de un año tomar las riendas de una actividad en Blacha (Ávila) que han mamado desde pequeños. Pero los quebraderos de cabeza no han parado desde entonces. La leche de vaca es el líquido que circula por sus venas desde hace generaciones. Por ello, hicieron una fuerte inversión que, con muchas dificultades, siguen pagando. «Era hacerla nueva o cerrar». Y optaron por lo primero.
Cocinero de formación, donde ha trabajado años «y podría tener trabajo», y ganadero por vocación. Ese es el motivo que les hace seguir. «Nos mantendremos sin recortar lo imprescindible. Y el día que no se pueda, que se lleven las vacas», afirma este joven ganadero, al frente de una explotación con 110 cabezas que ordeñan con robot y 70 hectáreas de cereal. «El que tiene vacas es porque le gusta. A mí me gustaría tener mejores vacas… Estoy por vocación, quiero vivir de ello», asegura entre lamentos por las dificultades con que se topan en el camino.
Señala con el dedo acusador a la industria. Como la mayoría, considera que les ordeña a ellos. «Hacen con nosotros lo que quieren». «Desde principio de año» el precio que perciben «hay ido para abajo, y sin freno. Ellos tienen contrato con una multinacional y cobran 0,31 euros el litro de leche, «pero algunos a 0,27», mientras que el coste de producción se sitúa en al menos 0,33. Así que las cuentas no salen, sin olvidar que cada mes le varían lo que les pagan. Y desde que se acabó la denominada cuota láctea, la situación «ha ido empeorando». «Ahora las industrias juegan con el precio», asegura. Su apuesta, que se siente en una mesa a industria y productores para fijar unos precios «adecuados» que permitan les permita vivir. «Y el que sea buen ganadero, ganará más. El que sea peor, menos. Y el malo, cerrará», concluye con la «impotencia» de ver cómo llega leche de Francia mientras aquí ellos la tienen que tirar o, como en su caso, sólo produce 1.800 kilos al día cuando tiene capacidad para 2.200, informa Isabel Jimeno.
«Estamos trabajando para perder dinero a fin de mes»
La historia de Avelino es la de cientos de ganaderos gallegos que han dedicado su vida y sus esfuerzos a un negocio, el del lácteo, ahora ruinoso. Aunque el ritmo de trabajo en esta explotación ubicada en el municipio coruñés de Trazo no se detiene, los escasos ingresos al cabo del mes sumen en pérdidas a un ganadero que no sabe cuánto más podrá aguantar el tirón. Calculadora en mano, Avelino explica que los gastos de mantenimiento de su granja ascienden a unos 4.000 euros al mes.
Hasta ahora, esta familia de Trazo «iba zafando» con los 6.000 euros que ingresaban por la venta de la leche, pero el fin de las cuotas lácteas los ha puesto contra la espada y la pared. «En noviembre cobramos el litro de leche a 0,35 céntimos el litro, pero este mes nos lo han pagado a 0,21 y la nómina ha sido de 3.300 euros», lamenta. Detrás de esta caída en picado del precio de compra en origen -el de Galicia es el más bajo de toda España- está una industria que «nos obliga a firmar contratos a 0,26 céntimos y que luego incumple para pagarnos solo 0,21». Para que su explotación -con 32 «madres» y una producción de 15.000 litros al mes- fuese sostenible, Avelino debería cobrar cada litro de leche a 0,35 céntimos. Una cantidad suficiente para cubrir gastos y recibir un exiguo margen de beneficio. «Lo que nos han pagado en la nómina de este mes no llega para cubrir nada. Trabajamos para perder dinero al cabo del mes. No tiene sentido».
Este veterano ganadero culpa de su difícil situación a la industria y a los distribuidores, y expone claramente su argumento: «Si en los supermercados la leche sigue costando lo mismo, se sigue vendiendo igual, y a mí me la pagan a 15 céntimos menos, hay un dinero que se queda por el camino», esgrime. Avelino también critica los problemas que algunos empresarios gallegos están poniendo a las granjas que producen leche con poca grasa. «No se la recogen porque dicen que tiene poca grasa, cuando esa misma industria estuvo durante mucho tiempo incentivando precisamente una leche baja en grasa. Es todo una patraña», se queja sabedor de las «amenazas de no recogernos el producto» a las que los ganaderos son sometidos. Ante un futuro incierto, este ganadero apremiado por los gastos y el sobreesfuerzo que implica sacar una granja adelante reconoce que «no veo salida más allá de cerrar» y vaticina una caída en cadena de todos los sectores implicados en el negocio lácteo. «Esto va a reventar en cualquier momento porque con estos precios van a dejar de cobrar los almacenes, las máquinas, y las vacas lo van a pasar mal», afirma.
Hoz en mano, Avelino retoma la exigente rutina que el trabajo en su explotación requiere a espera de que los precios del mes que viene cubran, al menos, todas las horas de trabajo que familia dedica a una granja que ha pasado de ser su medio de vida a centrar todos sus problemas económicos, informa Patricia Abet.
http://www.abc.es

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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