Hong Kong libra una dura batalla para erradicar el tráfico de leche en polvo hacia China continental, que puede dejar vacíos los biberones de los recién nacidos de la ex colonia británica. 
Las autoridades de Hong Kong, ante la carencia de leche para el consumo local, limitaron el número de partidas que se puede llevar fuera del territorio e impusieron elevadas multas y penas severas que llegan hasta los siete años de prisión.
El tráfico nació de la escasa confianza de los consumidores chinos por la producción en suelo nacional, tras el escándalo de leche contaminada con melamina en 2008, que causó la muerte de al menos seis niños y la hospitalización de otros 300 a consecuencia de problemas renales aparejados a esa ingesta.
Desde entonces los padres chinos, volcados a un fuerte consumo de leche en polvo en detrimento de la materna, buscan productos provenientes del otro lado de la frontera para sus bebés.
Hong Kong, fuera de la jurisdicción china continental y donde los controles de seguridad alimenticia son de alto nivel, se convirtió en la primera meta de traficantes de leche en polvo que, con repetidos viajes cotidianos, acumulan cientos de partidas de ese producto para bebés, para revenderlo a alto precio, con un notable margen de ganancia.
Este tráfico puso en jaque al abastecimiento en la ex colonia británica, alarmando a los padres de Hong Kong, que se quejan de los «contrabandistas de leche» que transportan ruidosos carros con envases de leche en polvo.
El gobierno de Hong Kong modificó en consecuencia la ley de importación y exportación, poniendo como límite dos latas de leche en polvo por persona para quien sale del territorio.
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