El despegue de la industria láctea asturiana

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El paso a una especialización agrícola regional se produjo por el abandono del cultivo de cereales
Luis Benito García Álvarez, investigador de la Universidad de Oviedo y de la Fundación de la Sidra, y especialista en historia sociocultural y del sector agroalimentario, prosigue el análisis de la evolución del sector lácteo asturiano iniciado la pasada semana en la sección de Campo y Mar.
LUIS BENITO GARCÍA ÁLVAREZ HISTORIADOR La inserción en la economía de mercado a través de la especialización ganadera conllevó que la familia tradicional se transformase en una unidad de producción cada vez más enfocada en esa dirección. El hecho significó una sensible merma en la consabida complejidad de la economía tradicional de la casa campesina, que fue sustituida por una realidad a la postre mucho más simple. En cualquier caso, el labrador vivirá aún sobre la tierra y, aunque volcado en la actividad bovina, no dejará caer en desuso el resto de faenas agrícolas.
En lo que se refiere estrictamente al despegue del sector ganadero y el nacimiento de la industria láctea asturiana, cabe señalar que la formación precapitalista en la que el sistema agrario tradicional se incardinaba hacía que éste se mantuviese en un entorno próximo al equilibrio; sin embargo, la aparición de la producción industrial, y con ella el desarrollo de la formación social que la caracteriza, provocaría la gradual extinción de las formas sociales y económicas anteriores. En el momento en que la infraestructura industrial se consolide y se produzca el definitivo arranque de esta actividad el medio rural dejará de recabar el interés que anteriormente revestía para las capas dirigentes, y aquél asumirá plenamente su carácter de vivero de mano de obra para la industria, destacándose un vigoroso proceso migratorio y quedando entonces abandonadas a su suerte unas comunidades rurales menguadas en todos los sentidos, con unas explotaciones absolutamente descapitalizadas y con una estructura que casi hace imposible su adaptación a las condiciones en que se desarrolla una agricultura moderna.
En este sentido, los cambios en el sistema de propiedad, que en el resto de España facilitaron la modernización del campo, no ayudaron al desarrollo del agro astur, e incluso éstos fueron un impedimento para ello. El paso a una especialización agrícola regional, pues, se produjo, y se debe insistir en ello, por un abandono del cultivo de cereales -que solamente rentaban a nivel de subsistencia- y una introducción en el mercado agrario a través de la explotación ganadera; lo que acontecerá gradualmente desde finales del siglo XIX con la importación de razas más productivas. De este modo se irían abandonando paulatinamente los cultivos tradicionales y se crearían industrias dedicadas a la exportación de leche y a la producción de derivados lácteos posteriormente. Este proceso introdujo cambios decisivos en el paisaje agrario: los prados y los pastos aumentaron a costa de los montes comunales y de las tierras de labor y, por otra parte, la ganadería se reducía casi exclusivamente al ganado vacuno.
Paralelamente a estas transformaciones se experimentarían una serie de mutaciones sociales, siendo la más importante entre ellas el acceso mayoritario del campesino a la propiedad de la tierra. Gracias a la explotación y comercialización ganadera, los ingresos de los campesinos crecieron sustancialmente, lo que les permitió comprar las tierras que llevaban en arriendo; a la vez que los grandes propietarios dejaron de sentir interés por ellas a la vista de la existencia de nuevas inversiones de mayor rentabilidad que las dedicadas a captar las rentas de las tierras, como se ha indicado.
En el contexto de esta coyuntura, la institución de la comuña iría cayendo en desuso a medida que la inserción de la economía campesina en el mercado permitió a los aparceros ahorrar el dinero suficiente para comprar su propio ganado. Se debe tener en cuenta, de otro lado, que a la disponibilidad del poder de compra por parte del campesinado ayudó no sólo la comercialización de los productos agrarios en los mercados urbanos, sino también el dinero enviado desde América por los familiares emigrados. En lo referente a la estructura agraria, el modo en que tuvo lugar la transmisión de la propiedad de la tierra iba a pesar negativamente sobre la capacidad productiva de la economía asturiana. No se acometió, en efecto, una concentración parcelaria adecuada, y continuaría predominando una micropropiedad que coexistiría con algunos grandes patrimonios supervivientes a su proceso de disolución.
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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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