Los ganaderos dedicados a la producción de leche pasan por un mal momento. El ingreso al país de leche en polvo y otros derivados lácteos en cantidades desmesuradas ha generado sobreoferta, y por consiguiente el precio que se le paga al productor nacional va en descenso. Si la situación persiste inevitablemente sobrevendrá la quiebra.
Si a la ganadería de leche no se le protege de la competencia externa, podría desaparecer.
La paradoja es que no obstante lo anterior los precios al consumidor final se mantienen. Es decir, las procesadoras siguen vendiendo la leche al mismo precio, con incrementos superiores al 100 % entre lo que le pagan al ganadero y el precio al público. El Gobierno, por su parte, hace anuncios y promete intervenir, pero a la hora de la verdad todo queda en nada. ¿Y las agremiaciones? Tímidamente, en esporádicas declaraciones, protestan, y estas al parecer no surten efectos. Deberían exigir al Gobierno medidas de protección antes de que la producción nacional de leche se vaya a pique y nos convirtamos en importadores netos tal como sucede con el maíz.
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