Los retos para las partes son aprovechar en términos de productividad las ventajas que brinda el Tratado.
Una de las características más importantes del Acuerdo Comercial firmado por la Unión Europea (UE) y Colombia es que, globalmente, beneficia a ambas partes, no solo porque le apuesta a un mayor crecimiento y desarrollo económico mutuo –lo que repercutirá favorablemente en el empleo–, sino que también posee elementos innovadores como la transferencia de tecnología, que redundará en más competitividad de nuestras industrias.
Según un estudio de impacto independiente, Colombia tendrá un aumento del 1,3 por ciento de su PIB a largo plazo, una cifra considerable, teniendo en cuenta que se han firmado otros TLC y hay negociaciones con otros países o regiones de interés para la industria nacional.
Por supuesto, tanto en la Unión Europea como en Colombia hay sectores que se beneficiarán más que otros, pero el solo hecho de que Colombia pueda exportar a la UE el 100 por ciento de sus productos industriales y de pesca, sin arancel, es una ganancia notable en un país que cada vez quiere diversificar más sus mercados.
Esta ventaja permitirá a los exportadores colombianos aprovechar un mercado de más de 500 millones de habitantes y 27 países, e incrementar sus ventas en sectores con mayor valor agregado como las manufacturas de cuero, textiles y confecciones, plásticos y sus derivados, y productos de pesca.
Igualmente, hay que destacar que Colombia ya no dependerá de las consecutivas prórrogas del Sistema de Preferencias Generalizadas, que era unilateral y temporal, un sistema que permitía exportar con arancel ‘cero’ o bajo, productos agrícolas e industriales.
Ahora, en esta nueva dinámica benéfica para ambos, pasamos a un régimen bilateral que se estable entre dos socios iguales.
Esto quiere decir que los empresarios podrán aprovechar la estabilidad y las condiciones favorables que brinda el Acuerdo para promover la transferencia de tecnología europea, y así adquirir importaciones de capital más baratas que favorecen la modernización del aparato productivo y reducen los costos de producción.
Todo esto ayuda a crecer en producción, calidad, genera competitividad y ayuda a bajar la inflación, así como repercute positivamente en la creación de nuevos empleos.
A su vez, los industriales europeos tienen la oportunidad de explorar nuevos nichos de mercados e invertir en la empresa colombiana, lo que no solo beneficia al país, sino que nos aporta una nueva dinámica para seguir sorteando la crisis y apoyar a la pequeña y mediana industria europea a superar la situación económica actual.
Ciertamente, no todo es color de rosa, y hay temores en algunos sectores, que sienten que no saldrán tan favorecidos.
En el caso de Europa, aunque no sea un gran productor de banano, el Acuerdo tendrá impacto en sus cultivadores.
Tenemos sembrados en las Islas Canarias (España), Martinica y Guadalupe (Francia), Madeira y las Azores (Portugal), en la isla de Creta (Grecia) y Chipre.
En Islas Canarias, el 30 por ciento de la fuerza laboral agrícola está empleada en este sector y, aún más, en Martinica, donde es el doble (60 por ciento).
Estos cultivadores se verán afectados por la dificultad de competir con el banano latinoamericano.
Una situación similar se presenta con el sector lácteo colombiano que, en el marco de apertura del mercado al comercio internacional, solo las producciones más tecnificadas y modernas podrán competir con la producción europea.
Sin embargo, el impacto será menor, teniendo en cuenta que uno de los compromisos de la Unión Europea en la negociación ha sido el de apoyar el sector lácteo con un presupuesto de 30 millones de euros y contribuir de este modo a la modernización del sector para que pueda competir en el mercado internacional.
Así mismo, la Unión Europea se compromete a eliminar las subvenciones a la exportación de sus productos lácteos.
De otro lado, mientras la desgravación para los productos colombianos es inmediata para el 100 por ciento de los productos industriales y de pesca, los aranceles para Europa se eliminarán gradualmente.
En el caso colombiano, se compromete a liberalizar un 63 por ciento de las importaciones de los productos industriales y de pesca a la entrada en vigencia del Acuerdo, un 18 por ciento a 5 años y el resto entre 7 y 10 años.
Para los productos agrícolas, la Unión Europea también se liberaliza más rápido que Colombia, aunque la liberalización de este sector no es total, debido a las sensibilidades de ambas partes.
En el caso del sector lácteo, la liberalización es solo para unos pocos productos en un plazo de 15 años (leche en polvo, lactoserum y quesos grasos), y con la posibilidad de aplicar medidas de salvaguardia hasta un lapso de 17 años.
En este sentido, es importante ver que el Acuerdo reconoce estas asimetrías y las diferencias de desarrollo entre ambas partes, razón por la cual la UE se desgrava mucho más rápido que Colombia para favorecer así las exportaciones colombianas y una rápida modernización del sector productivo.
En conclusión, los retos para las partes son aprovechar, en términos de productividad, las ventajas que brinda el Acuerdo, buscar reducir los costos de producción y los precios de los productos en puerto, e invertir las utilidades en desarrollo y crecimiento, lo que finalmente generará un impacto social positivo tanto para Colombia como para nosotros.
María Antonia van Gool
Embajadora, Jefe de la Delegación de la Unión Europea en Colombia.
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