La demanda se ha desplomado en casi 20 litros por español al año.
Si la evolución a corto plazo de los precios de la leche no pinta excesivamente bien para los ganaderos -con las principales industrias congelando las tarifas hasta primavera-, tampoco la marcha de los mercados en los que colocar su producto invita a pensar en un futuro especialmente halagüeño. Ya no tanto a la hora de conseguir colocar sus posibles excedentes futuros como de encontrar un comprador estable para los 2,5 millones de toneladas que actualmente salen de las 9.300 granjas gallegas que permanecen en activo.
A las debilidades estructurales que presenta un sector industrial sin capacidad para transformar la leche y hacer que esta viaje hacia mercados internacionales se suma ahora la amenaza de la caída del consumo interno. Bien es cierto que España es altamente deficitaria y que apenas logra cubrir con su producción el 75 % de sus necesidades lácteas aunque no lo es menos que la caída de la demanda nacional puede suponer un lastre importante para la continuidad del sector productor.
El consumo anual de leche líquida -el principal producto que elabora la industria implantada en Galicia- se sitúa en 73 litros por persona, veinte litros menos que hace un decenio. Y otro tanto sucede con derivados lácteos como los yogures, los batidos o la mantequilla cuyo consumo anual ronda los 38 litros por persona, casi un 20% de caída con respecto al 2004. Ni siquiera el queso logra mantener su nivel de presencia en las dietas de los españoles registrándose una caída interanual de más del 3,5 %.
Ante esta situación no es de extrañar que tanto Administración como productores hayan decidido tomar cartas en el asunto y poner en marcha campañas que permitan mejorar la denostada imagen que tienen determinados productos lácteos. Tanto desde el ministerio como desde distintas comunidades autónomas e incluso desde la propia Inlac se han lanzado, o se lanzarán en breve, distintas iniciativas que destacan el valor nutricional de los lácteos y la importancia de su consumo diario, especialmente entre los más pequeños.
Defensor a ultranza
Autor de numerosas publicaciones a nivel internacional y una referencia en el campo del estudio de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, la esclerosis múltiple y el Alzhéimer, Carlos Spuch es un ferviente defensor del consumo de leche. Existen evidencias científicas, apunta, de sus enormes propiedades nutricionales, antimicrobianas e incluso anticancerígenas.
Es por eso que el científico dice desconocer las causas por las que se empieza a denostar la leche como producto básico en la alimentación humana. «No tiene ningún sentido que la leche haya pasado en menos de una generación de ser considerada uno de los alimentos más nutritivos, especialmente beneficioso para los niños y a la gente mayor, a, de repente, todo lo contrario. Dado que en el mundo actual se ha perdido el sentido de hacer las cosas por el bien común y solo prima la economía, me puedo imaginar que detrás solo hay intereses económicos», apunta.
El doctor Spuch no duda en desmontar mitos relacionados con el consumo de leche como algunos que lo vinculan a la aparición de determinadas infecciones coronarias e incluso a varios tipos de cáncer. «No hay nada de cierto en esto, es justo lo contrario. Hay muchos estudios sobre los efectos beneficiosos de la leche en diferentes enfermedades cardiovasculares y en varios tipos de cáncer (colon, vejiga o mama)», apunta con vehemencia. Y añade que está demostrado que la ingestión de leche es capaz de promover la saciedad o bajar la presión arterial, además de que se han constatado sus propiedades antioxidantes o su influencia positiva sobre la morfología de la masa muscular y el tejido graso en los seres humanos. En este sentido, aconseja a los deportistas que la tomen por su capacidad para mejorar la resistencia del músculo o para recuperarse del esfuerzo realizado.
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