Cecale, CCOO y UGT y OPA piden a Lactalis reconsiderar el cierre de Lauki.
Quizá sea solo una cuestión de modelos. A un lado, la multinacional voraz que acapara mercado y productos en los lineales del híper. Al otro, una cooperativa al estilo de Gaza (Ganaderos zamoranos). O quizá lo mejor sea encontrar un híbrido utópico, esa gran empresa con alma que reniegue de las tablas de Excel que animan a recoger más beneficios por la vía de cerrar plantas rentables para concentrar producción y recortar gastos. Son conclusiones que se extraen del apoyo expreso de los agentes sociales a los trabajadores de Lauki y a los más de cien ganaderos que se ven afectados por la decisión de Lactalis de cerrar la planta láctea vallisoletana. El Consejo Económico y Social, Cecale, Asaja, la alianza UPA-COAG, UCCL y los sindicatos UGT y CCOO suscribieron un manifiesto «en defensa de los trabajadores y los ganaderos que suministran la leche a Lauki».
Fue Aurelio González (UPA-COAG) el que puso el ejemplo de Gaza. «Tenemos un ejemplo positivo en la provincia de Zamora, donde toda la población identifica Gaza con una marca de la tierra. Si se deslocalizan empresas como Lauki nos pueden meter leche incluso de otros países», advirtió.
Y es que lo de los contratos que Lactalis se ha comprometido a mantener con los ganaderos de la región no se lo cree nadie. Son contratos a cuatro meses o un año, pero nadie garantiza que pasado ese plazo, y una vez amainado el tsunami de Lauki, la multinacional opte por abandonar a los ganaderos. «No nos creemos que los ganaderos no vayan a tener problemas. Sabemos por experiencia que donde se cierra una fábrica, el suministro también se pierde», insistía González.
Donaciano Dujo, de Asaja, ponía números relativos al asunto para que se entienda mejor cuál es la situación real. «Cien ganaderos, que son más o menos los que suministran a Lauki, representan el 8% de las explotaciones de Castilla y León, que están pasando una grave crisis, que cobran la leche por debajo de los costes de producción y que no quieren que esa leche se quede sin recoger».
En juego, por tanto, no están solo los 85 empleos de Lauki, que ya sería suficiente como para oponerse a un cierre al que ninguno de los firmantes de ayer encuentra explicación lógica más allá de un exceso de avaricia. Hay cien explotaciones ganaderas, ubicadas además en el maltrecho mundo rural, que se juegan su futuro con la decisión de Lactalis. Por eso la lucha, afirmaban todos, va a seguir hasta el final. Incluso en el terreno jurídico. «Hay que saber jugar los papeles que tenemos. Hay que mantener viva la llama de la unidad con la gente. Y las organizaciones que tenemos el terreno de lo institucional dar toda la cobertura a los trabajadores en lo institucional y en lo jurídico, porque está claro que es un cierre ilegal, no recogido en el ordenamiento jurídico de este país», advertía Ángel Hernández, de CCOO.
Faustino Temprano, de UGT, pedía «el apoyo de la sociedad vallisoletana y de Castilla y León». Porque, como advertía, «el enemigo es importante, es una multinacional, pero eso no quiere decir que se vaya a salir con la suya».
Tanto los sindicatos como las organizaciones agrarias reiteraron que solo se contemplan dos posibilidades para que Lactalis salga con bien de este embrollo en el que se ha metido por decisión propia. «La empresa busca deslocalizar una empresa rentable y con beneficios y nuestra intención primera es que siga y si no, que entren otros inversores decididos a continuar con la actividad», explicó Temprano.
El comité de empresa de Lauki asistió a la firma de este manifiesto de apoyo.
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