Criar vacas de leche hoy «es sufrir»

Los ganaderos lácteos tildan 2016 de "catastrófico" con momentos "graves, gravísimos". Trabajan literalmente de sol a sol y, como muchos empresarios, vacían sus cuentas del banco para compensar en sus cuadras una situación "más que delicada"
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Son las cinco de la mañana. Faltan no menos de dos horas y media para que salga el sol pero dos cántabros, Manuel Cuevas (Quijas) y Ramón Arronte (Loredo), ya han empezado su jornada laboral. Esperan ambos terminarla «¡pronto!» y a las ocho de la tarde estar ya en casa, con los suyos. Les une una forma de vida y unas empresas, iguales pero diferentes, y les alían los mismos problemas. Son ganaderos, criadores de vacas de leche, que siguen hablando aún en pesetas y para los que las semanas no tienen principio ni fin. Manuel Cuevas tiene 60 vacas. Ramón Arronte, 700. Sus ‘empresas’ distan mucho en envergadura pero los dos pasan por los mismos momentos de apuro. Les ha tocado, de nuevo, «sufrir».
Les pagan a 29 céntimos el litro de leche pero si no consiguen cobrar 36 céntimos, las cosas les van mal. Mejor, quizás, a Cuevas porque «estamos en la cuadra yo mismo y un empleado«. Peor, a Arronte «tengo diez personas en nómina». Los dos forman parte de una ‘factoría’ silenciosa, la de producción de leche de Cantabria, de ese mismo producto que luego, en los lineales de las grandes superficies, ven a la venta pocos céntimos por encima de lo que a ellos les han pagado, cuando no casi al mismo precio.
Hace años –recuerdan– ser ganadero en Cantabria era casi un título de honor «hoy no valemos para nadie. Si hasta nos han quitado el nombre de la Consejería que nos representa», se lamenta Cuevas. «Trabajamos con purines, somos casi apestados, olemos a vaca, y eso no interesa cuando hay que convivir con el turismo, fuerza pujante», se queja Arronte.
Cuevas aguanta para llegar a la edad de la jubilación –le faltan casi diez años– porque «no tengo nadie detrás». Sus dos hijas han tomado el rumbo de los estudios, los mismos que él dejó «voluntariamente»; tras haber estado dos años en la Universidad para licenciarse en Ciencias Empresariales, volvió para hacerse cargo de la ganadería familiar.
Arronte se metió en la cuadra cuando era un chaval de 15 años y quiere que su gran ‘empresa’ –una de las ganaderías de leche más importantes de Cantabria– pase a sus tres hijos ya metidos en el negocio. Uno es veterinario, otro, piloto de rallys y ahora de tractores, y el tercero, un enamorado de las vacas, y los tres, queriendo que la SAT Arronte vaya a más. «Llegamos a Loredo en 1958 con 28 vacas y un burro; todo nuestro capital».

Un duro trabajo

¿Qué une, pues, dos conceptos de la empresa ganadera en principio tan alejados?: «Que lo nuestro más que un oficio es una forma de vida«, coinciden ambos. También les alía levantarse cuando el sol aún duerme, y hacerlo siete días de la semana, doce meses al año, 365 días seguidos, «porque a las vacas hay que ordeñarlas sin mirar el calendario. No entienden de Navidades ni de domingos, ni de bodas ni de funerales». ¿Vacaciones?: «¿Qué es eso?».
Crían sus vacas para conseguir la leche que luego se exhibe en las grandes superficies «a precio tirado, incluso a pérdida, como se tira lo que no tiene ningún valor». Saben que «es el alimento más sano y mejor que tenemos los seres humanos desde que nacemos hasta que morimos», reflexiona Arronte, pero también saben que el consumidor «no lo aprecia». Cuevas pone un ejemplo práctico: «Cuando voy a una gran superficie veo cómo la gente no compra refrescos de cola de marca blanca, sino de Coca Cola, mucho más cara. Si te fijas en el lineal de leche, no miran la marca, compran la más barata; no les importa nada más que el precio, que sea barata. Sin preguntarse más».
Cuevas trabaja solo, con un empleado a sueldo. Arronte, con sus hijos y siete empleados más. «Los pequeños aguantamos mejor», reconoce Manuel. «Los grandes tenemos que buscar en el banco la diferencia entre lo que nos pagan y lo que vale producir un litro de leche», argumenta Ramón.
La fuerza, y a veces la penosidad de su trabajo, no se incluye cuando se sientan a hacer números de lo que les cuesta producir un litro de leche. Y eso que, por ejemplo, Manuel se levanta a las cinco de la mañana y media hora después está en la nave, en Quijas. Controla el primer ordeño, alimenta las vacas y vuelve a casa a desayunar ‘de tenedor’, y eso que el colesterol le ha puesto freno. Vuelta al ganado, comida en familia, aunque «no perdona» sus diez minutos de siesta. Otra vez a la nave, alimentar las vacas, trabajar las fincas, segundo ordeño, y ‘arreglar’ la cuadra. «Me gusta llegar pronto a la casa» –¡las ocho de la tarde desde las cinco de la madrugada!– ¿Viajar? : «Salir a ver a la hija a Madrid después del primer ordeño y volver antes del segundo». Todo ello sabiendo que a sus 56 años «no tengo nadie detrás». Esa forma de vida, dura y pegada al ganado, no se contabiliza.
Ramón Arronte sabe que su ganadería tiene futuro «sobre el papel» porque sus tres hijos siguen el camino que él mismo hizo hace más de cincuenta años detrás de su padre. Convirtió una pequeña ganadería familiar en un emporio que no deja de crecer, casi, al mismo ritmo que aumenta su preocupación: «Los ganaderos de leche estamos viviendo un momento muy grave, gravísimo». Así, sin paliativos. La jornada se inicia en esta finca a las cuatro de la madrugada y acaba a las once y media de la noche con el tercer ordeño.

Cómo sobreviven

Los dos reconocen que 2016 es un año «catastrófico» en la larga serie que soportan desde hace diez o doce años. Para ellos, el beneficio sería sacarle 1,5 céntimos al litro de leche; casi una quimera ahora mismo. Con los 29 céntimos que les pagan por litro tienen que comprar forraje, electricidad, seguros, sueldos, impuestos, combustibles…

Arronte cree que la solución debería llegar por medio de las prejubilaciones de los ganaderos que no teniendo prole siguen con su trabajo y «aguantan para poder llegar a una jubilación y cobrar un dinero, muchas veces escaso». Cuevas piensa que ayudarles «no es dar subvenciones, regalar dinero» sino abrirles unas líneas de financiación «al 0% de interés, porque el dinero hay que devolverlo».
Sobreviven, «que no ganan», aquellos ganaderos que no están endeudados, los que tienen ganaderías pequeñas que no necesitan muchas inversiones. Viven una «catástrofe» los ganaderos de enjundia, los que han crecido, los que acumulan las facturas de ese crecimiento sobre la mesa. De los políticos no hablan mucho pero no les engañan. «Vienen, se hacen la foto, y media vuelta, aquí nos quedamos con nuestros problemas», remachan.
Ambos piensan que, además, habría de arbitrar medios de información al consumidor. Explican que «no saben» que «actualmente se está trayendo leche de los países de la antigua órbita soviética, donde todavía no hay controles de calidad, ni exigencias medioambientales. Leche, que desde que se ordeña, llega aquí vieja, tras ocho o diez días de viaje, a punto de caducar», explica Ramón Arronte. «La leche que producimos en Cantabria, en España, está aquí al lado, es fresca, reúne todas las garantías, está vigilada y esto deberían saberlo los consumidores», remata Cuevas. Concluyen que «Cantabria es ganadera y turística», que las empresas «son cuatro o cinco porque no somos una región industrial», y que como tales «nos deberían tratar políticos, empresas, comercializadoras y consumidores».
http://www.eldiariomontanes.es/cantabria/201610/03/criar-vacas-leche-sufrir-20161003113653.html
 

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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