El régimen con buen criterio definió como prioridad, dentro de su política de cambio de matriz productiva, el fortalecimiento de las cadenas agroalimentarias y dentro de ellas seleccionó los lácteos, cuya materia prima, la leche, altamente perecedera, obliga su inmediata industrialización una vez obtenida. Es básica para la nutrición adecuada de la población, de histórico subconsumo, gran contribuyente en la generación de empleo, con inigualables perspectivas de crecimiento y agregado de valor, sustentados en la incorporación de innovación tecnológica, en sus fases primaria y de transformación industrial.
El éxito de las cadenas agroproductivas depende de la satisfacción de sus integrantes, sin que el beneficio de uno signifique el menoscabo de otros, para que nada interfiera su necesaria fluidez. Es obvio, hay eslabones que muestran mayor debilidad, como agricultores y ganaderos, en cuyo caso deberá activarse todo el sistema para superar los inconvenientes, evitando decisiones unilaterales que atenten su integridad y pongan en riesgo su existencia. El equilibrio en las posturas de sus líderes es básico y, más aún, la independencia, probidad y sensatez que debe evidenciar el Estado, como ente promotor y regulador del mecanismo.
Sorprende, por tanto, el contenido de la Circular Nº 05 del SRI, de 9 de marzo, que grava con 12% el lactosuero, producto resultante de la elaboración de queso, que luego de procesado se convierte en insumo de bebidas lácteas, con virtudes nutritivas y funcionales, por su contenido proteico de alta calidad, siendo además ingrediente utilizable en panadería, confitería, fórmulas infantiles, helados, etc. El plausible crecimiento de la quesería sería frenado, ahondando el espectáculo deprimente de contaminación ambiental, por el irracional descarte de suero. Uno de los incentivos para fortalecer las cadenas son las ventajas tributarias, por lo cual sus productos y materias primas tenían IVA 0, que ahora se elimina a un componente lácteo.
Se ha dado un desbalance circunstancial entre la oferta y demanda de leche cruda, que conduce al desplome de su precio, agravado por el descenso de consumo y la informal invasión de su similar colombiano. Las acciones gubernamentales para incrementar el saludable empleo de leche son acertadas, pronto darán resultados tangibles. Pero es insostenible que, como medida correctiva, se graven las transacciones de lactosuero, interfiriendo el eficaz aprovechamiento de 800 mil litros diarios, que se obtienen como desecho de queserías. El organismo tributario contradice la política gubernamental de estimular la utilización industrial de lactosuero, fervorosamente impulsada por el ministerio del ramo (Mipro 2013), que no lo aprecia como sustituto de la leche, ni competencia de ella, sino como fortaleza de la cadena láctea en su conjunto.
Gravar las transacciones de bebidas lácteas, maternizadas y proteicas infantiles, que no son definidas como leche, pero dimanan del lactosuero, reducirá los pedidos de queso e interferirá el dinamismo comercial de la leche, al entrabar el aprovechamiento de un subproducto de uso legalmente permitido como componente de alimentos accesibles a los estratos más deprimidos, en especial de los niños, cuyo amparo es primacía en los planes oficiales contra la desnutrición. Urge corregir el error como demostración de coherencia de las políticas públicas.
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