Otro tambo que se cierra a causa de inundaciones y sin obras

La familia Pairetti cierra su explotación sobre la Ruta 13, al sur de la 19 y corta así con una tradición de más de cien años en la lechería. La falta de desagües hace que los anegamientos constantes hagan inviable el trabajo. Angustia e incertidumbre en el corazón de la cuenca lechera, le darán más lugar a la agricultura, cuando se pueda repensar la tierra.
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La familia Pairetti cierra su explotación sobre la Ruta 13, al sur de la 19 y corta así con una tradición de más de cien años en la lechería. La falta de desagües hace que los anegamientos constantes hagan inviable el trabajo. Angustia e incertidumbre en el corazón de la cuenca lechera, le darán más lugar a la agricultura, cuando se pueda repensar la tierra.
Por Elida Thiery – Como la lluvia, la producción empieza a caer, el ánimo se acumula en el costado negativo y con él el tiempo de las decisiones no traen aparejado resultados de optimismo.
La baja rentabilidad de años, el golpe constante del clima, la falta de reacción política y la informalidad del sector hacen que el debilitamiento de los tambos sea inevitable. De allí el cierre constante de explotaciones.
Esto que a veces no se deja ver, con las tormentas recientes se trasluce cada vez más cerca.
A poco de la Ruta 19, hacia el sur y por la 13, en el kilómetro 104 la ilusión de seguir adelante está en absoluto desvanecida, como en muchos otros de los 900 tambos afectados.
Mariano Pairetti es ingeniero agrónomo y hereda la actividad del tambo de su tátara abuelo, desde hace más de cien años. Su familia llegó a tener hace unas seis décadas unos seis tambos en la zona y el avance del tiempo, los problemas de falta de evolución de muchas variables de la lechería hicieron que lentamente se vayan achicando hasta quedar con una explotación. Junto a su padre, Gabriel, que es veterinario, trabajan de lleno en un campo de 600 hectáreas, sabiendo bien de qué se trata la tarea, siendo los primeros profesionales universitarios dedicados a esto en la tradición familiar. Preparados para enfrentar los desafíos, con 200 hectáreas para la producción de leche, llegaron a generar 3.500 litros, en una escala posible hace tres años y con 180 vacas en ordeño. Luego de la primera inundación empezaron a achicarse, a partir de esa fecha, haciéndose muy difícil la recuperación del esquema.
Fue en febrero de 2015, bien sobre el comienzo del mes, cuando pensaron que los había afectado «la peor inundación» con 220 milímetros, cuando de tres empleados se debieron quedar con uno solo, además del tambero con su equipo, que pudieron reposicionarse, hasta que en abril los más de 20 días con lluvia y sin sol, no quedó más que seguir en medio del barro, pero bajando la producción a 600 litros con un ínfimo esquema de recursos humanos. «Ese fue uno de los peores momentos de nuestro tambo, más allá que siempre se fue compensando la cuenta de la rentabilidad con la agricultura, porque era una decisión no hacer números finos en el tambo, sino ir poniendo de un lado al otro para poder seguir adelante, por eso hacíamos los silos de reserva con el dinero de la soja, las mismas maquinarias y el combustible se compartían, entonces así podíamos seguir. Pero hubo que sacar cuentas y la definición fue la de apostar un año más a la lechería, supuestamente con un año Niña, más seco para el verano».
Con cambio de tambero, a causa del hartazgo de la pelea cotidiana con las condiciones difíciles de vida en el campo, a pesar de las mejoras que se habían hecho en la casa para su familia, la rotación se presenta como inevitable.
La voluntad y el trabajo dan revancha y hace unos 15 días, esta familia había conseguido restablecerse y llegar nuevamente a dos mil litros diarios, con siembras de alfalfas en setiembre, más maíz, sorgo para pastura y así la apuesta se hacía concreta. Sin embargo, «llegó otra vez el agua, con tres lluvias grandes que nos dejaron las 200 hectáreas del tambo bajo agua», le contó a CASTELLANOS este productor y profesional.
Las vacas del tambo se vendieron en su mayoría a un productor conocido, para que las sume a su rodeo, mientras que el resto de los animales se destinará a faena, por la falta de mercado, pero al menos se recupera algo de dinero.
La sala de ordeño con ocho bajadas quedará cerrada, a la espera de poder reabrirlo en algún momento, si la situación mejora, tanto en la rentabilidad de la actividad como en las condiciones climáticas y de ordenamiento. Conservarán también los equipos de frío que tienen una capacidad de diez mil litros, a pesar de estar a solo 200 metros de la Ruta 13 para el ingreso de los camiones.
Los animales le darán lugar a algo de maíz o sorgo, si el agua se escurre a tiempo.
Cuestión de obras
No quedan dudas de que la falta de infraestructura es fundamental en todo esto. Desde la falta de asfalto en la Ruta 13 desde la 70 hacia el sur, pero a la vez el propio trazado de la misma desde la década del ´60, hacen que no se haya contemplado lo fundamental, mientras que los planos originales de la misma se dicen «perdidos» y no hay un parámetro base para saber.
«Frente a nuestro campo hay tierra, pero sucede que la Ruta 13 hace de embudo, porque no tiene la suficiente cantidad de desagües de lado a lado, no los hicieron para ahorrar en costos de inversión, agravado según nos dijo la gente de Vialidad Provincial hace unos días, por el anillo de contención de la Ruta Nacional 19, porque los cursos de agua fueron cambiados atrás de San Francisco y por algún lado se debe escurrir todo lo que llega a Zenón Pereyra y Esmeralda, desembocando todo en la que se conoce como la cañada de Las Yeguas, pero hasta que llega todo ahí, nosotros estamos inundados unos 20 o 25 días». Según Pairetti, los reclamos están en curso de manera particular desde hace tres años, incluyendo un relevamiento presentado sobre la caída de los bajos del campo de esta familia y otro tambo cercano, donde faltan cruces por debajo del trazado de la Ruta 13.
«Somos dos profesionales en la familia dedicados a la producción, con una tradición que seguir, tenemos una sensación de impotencia, que hizo que se nos venga el mundo abajo al momento de tomar la decisión de cerrar el tambo, no por los recursos económicos, sino porque no se puede ir al campo y ver las vacas con el agua en el pecho, sin lugar para acostarse, con terneros flotando, incluso con el tambero y su familia evacuados. Un año lo hicimos, le dimos pelea, cambiamos lo que pudimos, pero tres años seguidos es imposible». Mariano Pairetti entiende las dificultades pero sostiene que «es una decisión que tomamos con mucho dolor y con impotencia, por saber que estamos en una zona alta, pero no recibimos respuesta a algo que tiene solución y de gobiernos que tienen una misma línea», concluyó.
La resignación no vale, la desazón pesa y la lechería se resiente cada día más.
Ni la rentabiliad, ni el ordenamiento, tienen sentido si no están las mínimas condiciones dadas. Es ahora que se tienen que hacer las obras, ya no se puede seguir esperando el éxodo, la salida y el abandono que no permiten pensar hacia adelante, pero mucho menos en lo inmediato.
http://www.diariocastellanos.net/noticia/otro-tambo-que-se-cierra-a-causa-de-inundaciones-y-sin-obras

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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