La semana pasada LA OPINION lo adelantaba y repercutía en el sector y los medios que los permisos de exportación para los lácteos comenzarán a abarcar a todos los productos. El Registro de Operaciones de Exportación de Lechería cubrirá además de la actual leche en polvo, quesos y leches en polvo modificadas con grasas vegetales, a partir del 1º de agosto al yogur y otros fermentados, lactosuero, manteca y otras materias grasas de la leche, lactosa, leche en polvo maternizada, dulce de leche, helados, caseína y caseinatos; y lactoalbúminas.
Era de suponer que esta medida, solicitada por el Subsecretario de Lechería, según consta en la Dirección de Lealtad Comercial, no iba a caer bien en las empresas del sector. No por la burocracia en sí, sino por la falta de cumplimiento de plazos a la que tiene acostumbrada la administración nacional.
Para entender los alcances de estos temas, hay que dialogar con los afectados. Consultadas varias industrias sobre este tema, las grandes claro, que son las que tienen negocios constantes en el exterior, porque las pequeñas ni con el impulso de la multiplicación de anuncios o los tonos quedos lograron el apoyo para afianzarse en las exportaciones, los balances son negativos, desde antes de iniciarse la puesta en marcha de las modificadas resoluciones.
Actualmente, desde el pedido de los Roel, hasta la entrega de los mismos, si la buena suerte acompaña pasan dos semanas. En cálculos generales desde la solicitud del cliente fuera del país hasta que se recibe el permiso para sacar el envío pasan 15 días, no hay forma de agilizar el trámite que tiene costos ineludibles, como es la logística sobre todo en cuanto a la paralización de mercadería con espacio que cuesta en cada jornada de espera. Según dijo un directivo de una importante láctea, ahora con la incorporación de productos y la ampliación de pedidos, con la misma cantidad de personal que los tramite, se generará un embudo que provoque un “desfasaje de caja” a nivel interno, que siempre tendrá repercusión en los números globales, e incluso en los precios en sí, por más que la tonelada de productos lácteos esté en el promedio de los cuatro mil dólares.
Entonces, los ROEL más los análisis de calidad que se hacen a los productos se encargan de demorar al mercado, harán inviable a partir del octavo mes del año la exportación de productos frescos, que no podrán permanecer más tiempo al aguardo de la habilitación de venta, lesionando líneas comerciales vitales para muchas empresas.
Se generará desde el Centro de la Industria Lechera el reclamo correspondiente del caso, pudiendo tener resultados negativos como fue el quiebre de la vinculación con Brasil, pero mientras tanto la cara la seguirán poniendo las áreas de comercio exterior, ante clientes que ya “están acostumbrados al desorden con el que se trabaja en la Argentina”, tal es así que en esta misma línea llegó a expresarse Confederaciones Rurales Argentinas, por la consecuencia sobre los tamberos.
Si esto opera como una amenaza a las industrias, sería bueno que los funcionarios comprendan que ninguna va a abandonar al mercado interno, por el buen negocio que les representa abastecer a consumidores ávidos de lácteos que les aseguran la colocación de mucho más de la mitad de la producción de manera directa y a menos costos que lo que se deriva fronteras afuera.
Quizá la intención esté puesta en controlar paso a paso los movimientos internos de las empresas, que no tienen hoy tarea comercial sencilla, incluyendo la falta de reposición de reintegros por exportación en los que debería cumplir el Estado, dañando al atractivo exportador con buenos precios, pero con un dólar oficial planchado que resta competitividad, añadiendo inflación en los cálculos de industrias y de tamberos que actualmente promedian 2,05 pesos por litro, con un pie sobre las expectativas de una primavera que con mucho esfuerzo podrá regularizar el margen productivo, posiblemente cercano al del cierre de 2012, o sea mucho más bajo que la franja alcanzada allá por el cierre de la década del ´90.
Es así que con estas condiciones no queda más que pensar que la medida es una muestra de entrega, una moneda de cambio para que alguien pueda soñar con ascender, sabiendo que la espera de un trimestre para la definición puede ser eterna e infructuosa, pero con la convicción, una vez más, de haber enajenado al máximo los valores y las funciones tan sólo para aguardar una investidura carente de decoro.
Por Elida Thiery
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