Luis Gómez y Marisel Luque tienen a su cargo un tambo a mil metros de Devoto, a 180 kilómetros de la ciudad de Córdoba.
Desde muy pequeños conocen este oficio porque ayudaban a sus padres a realizar esta tarea rural. La pareja ordeña junto a un hijo adolescente 1.200 litros diarios en dos turnos a las tres de la madrugada y las tres de las tarde.
Ellos reconocen que es un trabajo al que se lo puede considerar riesgoso, pero señalan que es más “sacrificado” por las exigencias que implica. “En el tambo no importa el frío de la madrugada en invierno ni el calor sofocante del verano a la hora de la siesta, siempre tenés que estar disponible. Tampoco tenés un día libre ni te podés tomar un feriado”, dijo Marisel.
Luis comentó que en todos estos años nunca sufrió un accidente que lo imposibilitara de seguir trabajando, pero indicó que siempre hay que estar atento y pendiente de lo que pasa en el tambo. “Lo más complicado puede ser cuando se ‘amansa’ a los animales. Ahí tenés que estar atento porque el animal te puede sorprender y pegar una patada que termina en una quebradura o en un golpe.”, aseguró. “También puede existir peligro con los boyeros eléctricos, pero los que tenemos oficio sabemos cómo debemos manejarlos”, sostuvo el trabajador rural.
En relación a otras actividades riesgosas en los campos, el tambero mencionó que los maquinistas o tractoristas suelen tener accidentes cuando se rompen o traban los implementos agrícolas o cuando están arando y trabajando los suelos y saltan piedras.
La Voz
