Argentina: La #lechería del Valle Inferior quiere jugar en Primera

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La región produce desde hace muchos años y soportó innumerables inconvenientes económicos. Pero ahora buscar dar el salto productivo que la convierta en jugador de peso.
El entorno lechero del Valle Inferior del Río Negro comienza a identificarse, desde el punto de vista económico y social, como una pequeña cuenca en ascenso.
El sector, aunque aún no es muy conocido en el norte de la Patagonia, busca torcer ese destino. Sin embargo, para la industria láctea ajena a la región no resulta ninguna novedad a la luz del potencial que representa como abastecedor.
Cuando los viedmenses y maragatos pernoctan, todas las noches del año, un camión-tanque que viene desde Trenque Lauquen retira de los tambos unos 27.000 litros y los traslada a una planta de procesamiento ubicada a 700 kilómetros, luego de surcar las rutas nacionales 3 y 33.
En esta nueva configuración económica asoma como principal proveedor de materia prima el tambo Rangitata Explotaciones Agropecuarias.
Tiene entre sus accionistas a Juan Argentino Campbell, actual presidente de la Fundación para el Desarrollo del Plan Estratégico de la Cadena Láctea Argentina.
El empresario contó a «Río Negro Rural» que el objetivo de la sociedad es convertir la totalidad de la superficie regable (aproximadamente 1.250 hectáreas de la colonia agrícola del Instituto de Desarrollo del Valle Inferior) a la producción de este segundo vital elemento de color blanco y que sale de las ubres a 37 grados de temperatura.
El proyecto consiste en dos etapas. La primera, cuando en el 2012 se comenzó a ordeñar en el tambo, con 580 vacas, a modo de prueba. «La experiencia fue positiva, en cuanto al potencial de producción», indica el empresario de origen escocés.
Se ha establecido el sistema de producción estacionada, adecuando las pariciones a la curva de obtención del pasto. El primer tambo produce 5.000 litros en invierno y hasta 19.000 litros por día en la primavera.
La segunda etapa contempla un segundo tambo, más grande, que ordeñará al principio 1.600 ejemplares, entre Jersey y Holando-Argentino en 620 hectáreas. La inversión inicial del conjunto sería de unos 11,5 millones de dólares.
Este aprovechamiento inicial tiene una velocidad de 200 vacas por hora en las 36 unidades de ordeñe que posee el establecimiento ubicado a unos 60 kilómetros de la capital rionegrina y que funciona a pleno a las 6 de la mañana y a las 16.
Una lección de vida
Campbell ya vivió un «bajón» personal. Apunta que «desafortunadamente», en febrero del 2013, cuando la empresa estaba por traer a la zona 2.300 cabezas de ganado lechero se corrió la barrera sanitaria al río Colorado. Por lo tanto esta segunda etapa no se ha podido completar.
Aun así, considera que el nuevo estatus sanitario de la provincia de Río Negro «ha sido un logro importante que dará sus beneficios económicos a la zona cuando la misma alcance a recuperar sus stocks de ganado, de modo de generar saldos exportables».
No obstante, sigue mascando bronca: «La decisión de correr la barrera en febrero del 2013 fue inconsulta, intempestiva e innecesariamente sorpresiva», pues «no se respetaron los acuerdos de la Mesa Patagónica de Ganadería del 9 de noviembre del 2012 e, inexplicablemente, no se consultó con empresarios que tenían proyectos en marcha».
Más allá del trago amargo, afirma que Rangitata tiene como visión «el enorme potencial» de los valles rionegrinos para la producción de leche de bajo costo. En ese sentido, pone como ejemplo que el futuro de la lechería argentina depende de su capacidad de generar sistemas competitivos, atento a las demandas de superficie agrícola, y de biocombustibles. Las condiciones climáticas de la provincia y la disponibilidad de agua buena para riego la colocan en situación de privilegio.
A su juicio, «desgraciadamente» existen otros factores en el ambiente rionegrino que a su criterio «no son tan positivos». Uno es la dificultad que tienen los políticos para apoyar claramente los emprendimientos competitivos. Otro es la cultura del trabajo temporario. Enumeró también la dificultad que tienen los organismos a cargo de la infraestructura para actuar en beneficio de los productores activos.
Considera que para sostener la visión del Valle Inferior como gran cuenca lechera requiere, como ingrediente primordial, mentalidad y acciones proactivas de parte de aquellos que hasta ahora no han demostrado disposición adecuada.
Los beneficios de la actividad para el conjunto de la sociedad –según su óptica– son enormes: empleo y su multiplicación, la generación de bienes y servicios, la imposición del compromiso permanente, el arraigo, el giro financiero y todas estas características destacan a la lechería por encima de cualquier otra actividad agropecuaria.
Otra mirada sobre la agenda lechera
El especialista en Economía Agraria y Administración Rural, Héctor Mario Villegas Nigra, aportó su granito de arena sobre este tipo de proyectos de inversión. Pondera que la existencia de tierras a precios aún razonables, la abundancia de forrajes y la posibilidad de regar son condiciones sumamente favorables para el desarrollo de esta actividad, que a su vez se adapta a una condición de clima templado frío como la existente en la Norpatagonia.
Entendió que se prevé que algunos países que han desarrollado la lechería, pero que no son competitivos, seguirán disminuyendo sus políticas de precios subsidiados, lo que permitirá que regiones como del Idevi compitan con éxito en el mercado internacional.
Consideró que la posibilidad de vender la producción a una empresa de primera línea disminuye los riesgos que existen en todos los procesos de comercialización y les exige a las empresas locales el cumplimiento de parámetros de calidad y la incorporación de innovaciones que le aseguren cierta competitividad en el mediano y largo plazos.
Villegas Nigra observó que la actividad de tambo es demandante de mano de obra en forma permanente, lo que pasa a ser una oportunidad para la empresa familiar. Empero –advirtió–, resulta una debilidad en la región la escasez de mano de obra preparada y con habilidades para realizar esta práctica.
Interpretó que el Estado debería desarrollar, a través de las diferentes instituciones (escuelas agrarias, universidades e institutos) y acciones, el capital cultural necesario en la población, en especial los jóvenes, para que los emprendedores e inversionistas encuentren mano de obra calificada e interesada en la temática que les permita desarrollar estos proyectos.
Puso de manifiesto que la actividad se ha desarrollado desde el inicio de la colonización en el Valle Inferior del Río Negro y ha resistido a lo largo de los años los cambios en el contexto económico y en las posibilidades de comercialización.
En los últimos años –lamentó– algunas empresas medianas han abandonado la actividad e ingresado al negocio ganadero, ya que el corrimiento de la barrera zoofitosanitaria ha mejorado la relación en favor de la producción de carnes.
La procesadora, una utopía
Reflotar una planta que pueda pasteurizar leche o fabricar derivados se presenta como un ideal inalcanzable, a juzgar por los números que arrima Gustavo Farah. Este propietario de un tambo de la zona fue el último que con mucho esfuerzo fabricaba algunos productos que se comercializaban en una vasta región. Esa planta la heredó de la vieja Idelec, que también sufrió múltiples vaivenes hasta que explotó una caldera y debió ser cerrada.
«Resulta imposible porque no hay ventas y además no dan los costos», asumió. El último emprendimiento, aunque de menor envergadura en el procesamiento de leche, fue el de la familia Montefiori. Luis es nieto de tamberos, pero alternó la actividad con su consultorio de odontología en Viedma. Lamentablemente también se vio obligado a cerrar las puertas por razones de costos. Aún hoy, la gente sigue añorando el aroma del queso fresco «La Amalgama» y un exquisito sardo con pimienta.
«La resiliencia de los tamberos»
Quien sabe cómo los productores lácteos engordan las vacas es Alejandra Bozal. Pudo conocer las vicisitudes de cada uno de ellos cuando tuvo que presentar su tesis para recibirse de licenciada en Gestión de Empresas Agropecuarias en el Centro Regional Universitario Zona Atlántica de la Universidad Nacional del Comahue. Emplea el término «resiliencia», por la capacidad humana que han venido reuniendo al asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.
Conoció su semblante por el «sacrificio» que vienen desplegando con la rutina diaria de levantarse muy temprano para dos ordeñes cotidianos, y encima la cantidad de crisis que debieron atravesar.
«Logran la resiliencia en la actividad porque parte de una empresa familiar, donde todos trabajan para contribuir al buen funcionamiento de la unidad productiva. Toda la familia pone énfasis en que la producción marche sobre ruedas para lograr un progreso, invertir en esa actividad y mejorar el rendimiento», apunta.
Insiste en que en su historia «han tenido que superar diversas dificultades como la baja en el precio de la leche, la ausencia de mercado, la falta de personal capacitado (coincidiendo con Villegas Nigra) y la solución de todas ellas han sido sobre la base del trabajo de la familia, pensando en que cambiará el futuro para mejor».
Alejandra Bozal menciona que «al encontrarse frente a un contexto inestable han desarrollado un instinto que les permite adaptarse a distintas situaciones, desenvolviendo estrategias de manejo, cómo disminuir el plantel de vacas, cambiar la alimentación de la explotación y reducir el personal».
Otra de las características que los hace resilientes es que «ven la posibilidad de proyectarse en un futuro, por eso siempre miran para adelante y en general tienen una personalidad de lucha y logro de sus objetivos. Esta actividad les permite proyectarse, ya que les asegura una fluidez de dinero importante a pesar de las fluctuaciones en el precio de la leche y los aumentos de los costos de producción». En sus visitas a las chacras cercanas a Viedma pudo conocer palmo a palmo cómo viven los Soubrié, Asconapé y Buchman, entre otros.

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Así lo expresó Domingo Possetto, secretario de la seccional Rafaela, quien además, afirmó que a los productores «habitualmente los ignoran los gobiernos». Además, reconoció la labor de los empresarios de las firmas locales y aseguró que están «esperanzados» con la negociación entre SanCor y Adecoagro.

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