El consumo mundial de alimentos acumulará un crecimiento del 23,9 por ciento hasta 2020; afirman que el país podría aprovecharlo con mejores políticas
Las perspectivas para el campo a 2020 no pueden ser mejores. El tren vuelve a pasar. Hay una demanda global de alimentos en crecimiento que, lejos de representar un ciclo de sólo un par de años, se vislumbra como una tendencia que incluso irá más allá de esa fecha. Y no es sólo China la locomotora. Por el contrario, los países emergentes en general están cumpliendo un rol clave. Según un informe del economista Juan Lla- ch, presentado esta semana en un seminario de la Fundación Producir Conservando, para 2020, el consumo mundial de alimentos habrá pasado de los US$ 1522 billones de 2010 a 1885 billones. Hasta 2020 se registrará un aumento acumulado del 23,9 por ciento. En dinero, el crecimiento adicional será de nada menos que de 363.700 millones de dólares. El estudio está realizado considerando alimentos básicos [carne vacuna, aviar, leche, trigo, granos gruesos, soja, maíz, semillas oleaginosas, aceites vegetales, y harinas proteicas], no productos terminados. Esto significa que el potencial podría ser aún mayor si se los incluyera. No obstante, tomando en cuenta los productos del informe, se observan también otros datos importantes. Los países emergentes en general aportarán el 81,3% del aumento de la demanda total. Sin contar a China e India, ese bloque de países, donde están naciones de Africa, el resto de Asia, Medio Oriente y América latina, tendrá un peso vital; contribuirá con el 52,8% del incremento global de la demanda. En los países emergentes, las clases medías van a pasar de 920 a 4966 millones de personas. Para 2030, en China el 75% de los consumidores serán de clase media. Más cerca en la geografía, en Brasil, para 2040, dos tercios de su población sería de clase media.
Pero hay más cosas para destacar al margen de lo que aumentará el consumo de alimentos. Ese otro punto viene por el lado de las exportaciones. De acuerdo con la OECD-FAO, para 2020 las exportaciones mundiales de los productos estudiados en el informe se ubicarán en 293.771 millones de dólares, o sea un aumento de US$ 54.650 millones.
Según OECD-FAO, que llamativamente no toma en cuenta las limitaciones y restricciones para vender que hay en el país, las exportaciones de la Argentina pasarían de 27.309 a US$ 35.883, lo que representaría una suba de 8574 millones de dólares.
«Todos estos números arrojan que la Argentina participará con un 15,7% del aumento de exportaciones mundiales», expresó Llach en diálogo con La Nacion, tomando en cuenta esas proyecciones de OECD-FAO.
Sin embargo, para el especialista, en vez de los 8574 millones de dólares, la Argentina podría participar «hasta con un 60 por ciento del aumento de las exportaciones globales 2010/2020, o sea, con 32.790 millones de dólares».
Visto de otra manera, con este último número, que refleja lo que podría ser un potencial de participación en las exportaciones globales, «la Argentina estaría satisfaciendo el 10% del aumento total del consumo mundial 2010/2020 [previsto en US$ 363.700 millones]».
La hora de las políticas
La oportunidad que se presenta para la Argentina se perfila enorme. Pero en la superficie también asoman desafíos, cuestiones de infraestructura por resolver [ver aparte] y unos cuántos interrogantes clave.
¿El país está en condiciones para capturar ese beneficio?, ¿Qué le falta hacer?
Para Llach, ese cambio es posible «con mejores políticas agroalimentarias», ya que de ellas va a depender «el porcentaje que la Argentina capture de este mercado».
De hecho, el economista enumeró una serie de puntos que deberían ir en la dirección que potencial al país: eliminación gradual de retenciones y de restricciones; minimizar la tensión entre exportación y mercado interno en productos como carne, leche, trigo y maíz; avanzar en una reducción de las trabas a las importaciones y acordar políticas de inserción agroalimentaria global con los socios del Mercosur.
Una cifra refleja lo que la Argentina se pierde por exportaciones extras por no tener una adecuada política: US$ 15.000 millones. Ese es, según el economista, el costo de oportunidad de políticas donde mandan las restricciones y las trabas.
«Hay que trabajar en el largo plazo y no cerrar nuestra economía», indicó.
También hacen falta, para Llach, realizar un desarrollo más rápido de las cadenas de valor, diversificarlas, atraer inversiones y brindar seguridad jurídica.
«Si fuimos capaces de pasar de 40 a 70 millones de toneladas, luego a 100 y ahora apuntar a los 135 millones de toneladas de granos [la meta para 2020 de la Fundación Producir Conservando], el crecimiento es posible, pero necesitamos un proceso para trabajar en las limitantes de inversiones, seguridad jurídica, transporte», señaló Gustavo Oliverio, coordinador de la Fundación Producir Conservando.
«Tenemos que ser capaces como país de poder aprovechar al máximo este momento, para que beneficie a todos los que deseamos construir un país mejor. Y esta responsabilidad nos toca a cada uno de nosotros, donde estemos. Si nos volvemos a encontrar en 2020, dentro de 8 años, la pregunta de rigor será si habremos aprovechado este momento», reflexionó, al cierre del encuentro, Pablo Vaquero, presidente de la entidad.
Vaquero remarcó que hay una oportunidad para el país, pero ésta «viene de la mano de la responsabilidad de todos los sectores, públicos y privados».
Como se sabe, el Plan Estratégico Agroalimentario (PEA) del Gobierno proyecta que la Argentina salte a una producción de casi 160 millones de toneladas de granos. Además, vislumbra un incremento de las exportaciones agroalimentarias de US$ 39.400 millones a 99.700 millones de dólares para 2020.
En el seminario se ponderaron las proyecciones del plan oficial. Sin embargo, persisten las preguntas sobre con qué herramientas se busca lograr ese objetivo.
«Están bien las proyecciones, pero ¿cómo lo vamos a hacer? Faltan los caminos para eso y cuántas rutas vamos a poder hacer hacia adelante», indicó Vaquero.
Llach coincidió y destacó que el PEA «no ha contado cuáles son las políticas para llegar a eso».
Al margen del PEA, en el seminario se hizo hincapié en la necesidad de comprender los cambios de contexto que se están dando en el comercio internacional para poder actuar en consecuencia.
«Hay que entender lo que está pasando. Todavía tendemos a pensar que el problema son las subvenciones al productor de Francia, pero hay que ver lo que pasa en Medio Oriente, China y Africa. Tenemos que tener un análisis claro de lo que pasa a nivel global», finalizó Vaquero.
363.000 millones de dólares representará en dinero hacia 2020 el crecimiento del aumento del consumo de alimentos en el mundo.
81,3 por ciento del incremento de la demanda total que se prevé para esa fecha será aportado por los países emergentes.
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