Y pronto, quizá, también en la producción de carne vacuna. En realidad, la generación eléctrica con biogás, y la ulterior recuperación de nutrientes (que vuelven al campo) es simplemente la manera de cerrar el círculo que se inicia con el confinamiento. Es todo muy nuevo en el país. Y como toda ruptura paradigmática, no le resultó fácil abrirse paso en la ciénaga del “no va a andar”.
“El pasto es lo más barato”, siempre se dijo. Y no se discutía hasta que llegó la Segunda Revolución de las Pampas. Ya en los ochenta se insinuaba el cambio: un gringo con un Zanello pagaba buena renta por la pastura del fondo, para hacer trigo-soja de segunda, sin fertilizar el primero y con treflán y doble disco el segundo. Apareció el costo de oportunidad de la agricultura y hubo que recalcular.
Los novillos fueron entrando al corral. Y las lecheras empezaron a comer cada vez más forraje conservado. En Clarín Rural lo mostrábamos semana a semana. Recuerdo que cuando asumí en 1994 la presidencia del INTA, el responsable máximo de los programas ganaderos, Daniel Rearte, me trajo un libro que le había encargado mi antecesor, Félix Cirio, preocupado porque los productores viajaban a…Chile, para ver sistemas intensivos. En el prólogo, el libro sentenciaba que era una “moda pasajera”.
Bueno, ahí están vivitos y coleando. Me encanta saber que el CREA Cañada Seca, de donde es el flamante presidente del INTA, Juan Balbín, migró masivamente de la invernada tradicional al feedlot. Recuerdo haber viajado con ellos a Australia y Nueva Zelanda, a mediados de los 90. Miraban de reojo a los corrales de Five Star, un lindísimo feedlot en la isla sur de NZ, muy cerca de Christchurch.
Hoy uno de los miembros de este CREA está pavimentando los corrales para instalar un biodigestor. Será un faro, como ya lo es el pequeño corral de Carlos Tejedor, que hace un año junta la bosta y genera electricidad para la ciudad y la red.
Son hitos fundamentales para convertir el problema de la bosta en una nueva oportunidad de negocios. Algunos feedlots se parecen bastante a aquellos criaderos de cerdos de los años 60. Hoy no se concibe sin galpones con pisos calefaccionados, recogida de bosta, higiene, ventilación. El cerdo devuelve cada peso invertido.
En el tambo la cosa es más reciente y más “peleada”. Pero no deja de ser llamativo que en la misma semana en la que Adecoagro mostraba su tambo de 7.000 vacas confinadas bajo galpones exactamente iguales a los más modernos de California, salían a remate las últimas vacas del tambo pastoril de Cresud, otra gran agropecuaria argentina.
Adecoagro muestra a sus inversores balances positivos. Tanto, que les aprobaron una nueva expansión. Los dos están en el mismo país, con la misma crisis de la lechería, la misma problemática de competitividad, las mismas restricciones laborales. El bienestar animal (que en general va de la mano con el humano…) y la alimentación de precisión permiten que se exprese a pleno el potencial genético del excelente rodeo Holando que pulula en estas pampas.
Recuerdo también un viaje con otro CREA, el Lincoln, a Estados Unidos y la UE. En la Universidad de Florida, en Gainsville, un investigador arrancó mostrando cómo era la producción de leche en ese Estado. “Esto no es para nosotros”, dijo uno, casi enojado.
No es pa todos la bota’e potro, pensé. Pero ahora hay pequeños y medianos productores que se han lanzado a la aventura del establo. La familia Chiavassa en Pellegrini (Santa Fe), los Brito en Coronel Moldes (Córdoba), y varios más que desfilaron o lo harán en estas páginas. Agro nuevo está pasando. Feliz Año Nuevo.
